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Ni temas ni desees la muerte.
Marcial
Los hay buenos, algunos mediocres y malos los más.
Que las obras que han de sobrevivirte empiecen también a vivir por ti: tarde les llega la gloria a las cenizas.
Carino lleva seis anillos en cada dedo y no se los quita ni de noche ni cuando se baña. ¿Queréis saber por qué? Pues porque no tiene dactiloteca.
Dicen que Cinna ha escrito unos versos contra mí. No es posible. ¿Cómo los va a escribir si nadie los lee?
La que se casa repetidas veces, no se casa; es una adúltera dentro de la ley.
No puedo vivir ni contigo ni sin ti.
Ponerse a vivir hoy ya es tarde: el sabio ha comenzado ayer.
Tú que frunces el ceño y lees estos poemas de mala gana, ojalá que sientas envidia de todos, envidioso, y que nadie te envidie a ti.
Si la gloria viene después de la muerte, no tengo prisa.
Hasta hace poco era médico, ahora Diaulo es enterrador; lo que hace de enterrador también lo había hecho de médico.
Créeme, no es propio de sabios el decir: "viviré"; la vida de mañana es demasiado tardía: ¡vive hoy!
El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.
Alaban a unos y leen a otros.
La vida no es para vivir, si no para vivir con salud.
Cuando todos gritan, Névolo, sólo entonces hablas y te crees un defensor y un abogado. De esta forma cualquiera es elocuente. Mira, ahora están todos callados. Névolo, di tu algo.
La multitud de clientes grita en tu honor tan inmenso bravo, Pomponio, porque tu cena es elocuente, no tú.
Aunque no publicas tus poemas, criticas los míos, Lelio. O deja de criticar los míos o publica los tuyos.
Es sincero el dolor del que llora en secreto.
La fortuna a muchos da demasiado, a nadie lo suficiente.
La vendimia está empapada por las lluvias continuas; aunque quieras, tabernero, no puedes vender vino puro.
Huyendo de un enemigo, Fannio se mató. ¿No es locura, dime, morir por no querer morir?
A los antiguos poetas, Vacerra, tan sólo admiras y no alabas a otros sino a los muertos. Perdona, Vacerra, te lo ruego: no merece la pena que yo muera, para gustarte.
¿Crees, Zoilo, que me hace dichoso una cena? Y además tuya. Al convidado que cifra su dicha en una cena contigo, Zoilo, Más le valdría cenar en la calle de Aricia.
¿Preguntas, Dino, qué me produce mi finca de Nomentano? Óyelo: el placer de no verte.
No en todas partes se ha perdido la cosecha de la uva, Ovidio; la lluvia abundante fue provechosa. Corano ha recogido cien ánforas de agua.
No te hagas demasiado amigo de nadie: tendrás menos alegrías pero también menos penalidades.
Ni quiero lo que atormenta ni quiero lo que empalaga.
Más triste que la muerte es la manera de morir.
El bueno será siempre libre aunque sea esclavo; y el malo será esclavo aunque sea rey.
Que a nosotros, que nacimos de celtas y de iberos, no nos cause vergüenza, sino satisfacción agradecida, hacer sonar en nuestros versos los broncos nombres de la tierra nuestra.
La máxima virtud de un príncipe es conocer a los suyos.
Bebamos seis copas por Levia, siete por Justina, cinco por Licas, cuatro por Lide, y tres por Ida. Todas mis amantes cuéntense por el falerno servido, y como no viene ninguna, ven tú a mí, blando sueño.
Cuando a tu esclavo le duele la minga, a ti, Névolo, te duele el culo. No soy adivino, pero sé lo que haces.
Fanio se suicidó por escapar del enemigo. ¿No es, pregunto yo, una locura esto de morir para no morir?.
¡Qué gran ingenio se manifiesta en los acontecimientos imprevistos!
Siempre, Emiliano serás pobre, si ya pobre fueres, que no se dan los haberes, sino a los que tienen más.
Era tu amante: al menos eso tú podías, Paula, negarlo; hete aquí que es tu marido: ¿Podrás negarlo aún?
La Fortuna da demasiado a muchos, pero a ninguno bastante.
Póntico, ¿por qué crucificas a tu siervo, después de haberle cortado la lengua? ¿No sabes tú que el pueblo dice lo que él se calla?.