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Ser amada, según me han confirmado el tiempo y los ojos, es raro. Muchos lo dan por sentado, creen que es moneda común, que todos, de una forma u otra, lo han experimentado. Me atrevo a afirmar que no es así: yo lo veo como un enorme obsequio. Una riqueza.
Marcela Serrano
Una mujer entretenida es como un lugar peligroso: uno puede ir quedándose allí sin darse cuenta.
Estamos aquí no hay otra alternativa.
¿No que al fin y al cabo el sentido de la vida es vivirla? No creo mucho en las respuestas filosóficas: todo se resume en vivirla entera y vivirla bien.
Lo que en la juventud es símbolo de autonomía y de desenfado, en la vejez se vuelve indigno.
El pasado es un refugio seguro, una tentación constante y, sin embargo, el futuro es el único sitio donde podemos ir.
Existe un antiguo mito que sostiene que contar historias puede curarenfermedades o salvar; sin historias, viviríamos un presente viejo.
¿Sabes por qué tenemos tan poco tiempo? Porque se lo hemos regalado al ruido.
En la ausencia de Dios, no nos queda otra cosa que vivir el doble.
Más que a nada, le temo a la orfandad ética.
Nosotros los católicos también somos infieles, y tal vez con menos dolor que los agnósticos, porque reconocemos nuestra calidad de pecadores y tenemos a quien pedirle perdón.
No pasaré la vejez sola, es el peor momento para la soledad.
Si mucho te contentas con el orden, se dice, te vas convirtiendo en piedra.
No existen las mujeres todopoderosas, el amor no hace diferencias y arremete con todas por igual, porque es, gracias a Dios, una demencia muy democrática.
Y además de hacer lo que se espera de una mujer, debí ir más lejos: he sido padre y madre a la vez.
Cuando una se acostumbra al horror, éste deja de verse, por tanto de existir. El horror mismo lleva a perder las proporciones del horror.
No se trataba de aquélla, la soledad natural, sino de la otra, la segunda soledad, la que duele.
Ciertos días yo amanecía llena de palabras.
Una mujer es la historia de sus actos y pensamientos, de sus células y neuronas, de sus heridas y entusiasmos, de sus amores y desamores.
Parece que a los hombres de esa generación hay que pescarlos en el segundo matrimonio; inevitablemente, en el primero se aferraron al más convencional de los libretos.
No importa el pasado, ya sucedió. No existe el futuro. Brindo por lo único que de verdad poseemos: el presente.
Siempre la lógica del enfrentamiento y de la confrontación. Nunca la lógica de la diversidad.
Hacerse mayor es percibir más los defectos.
Presiento que se debate buscándole una respuesta satisfactoria a algo que es tan simple: vivir.
Aún hoy, con todos los años que han pasado, me sorprendo siendo víctima de mis prejuicios. ¿Alguien cree que una se libra de la educación que recibió? Una no se libra, se rebela, pero nunca llega a ser del todo independiente.
En una vida el momento de perfección es muy breve.
Pero... es que me dan escalofríos las vidas de aquellas mujeres sin cuento propio, las que aceptaron que el amor fuese la única referencia.
Se habla mirándose a los ojos, no al viento, ni a través de ese espacio sin rostro ni certezas.
Las mujeres sienten y viven a través de lo que se dice, nunca a través de lo tácito o misterioso. Para tus congéneres, lo que no se dice no existe.
Nuestros amores fueron como los misterios del rosario: gloriosos, gozosos, y cómo no, dolorosos.
Que Neruda me perdone, pero a veces sucede que me canso de ser mujer.
Ya que no podemos cambiar la realidad, cambiemos la conversación.
Seis años son suficientes para hacerse muchas preguntas y, si no eres una idiota, para haberles encontrado respuesta a las que la tienen. Las otras, sencillamente hay que borrarlas del disco duro. Lo significativo es saber distinguirlas.
Cuando descubrí el placer de retener cada momento, alargarlo intensamente, concentrándome en él sin soltarlo, inhalándolo como si fuese opio o la fragancia del azahar, entonces dejé atrás la juventud.
Creí que iba a descubrir un estado, trazar un mapa de la tristeza. La tristeza, sin embargo, no resultó un estado, sino un proceso. No necesita mapa, sino una historia.
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