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El amor será eternamente el mismo que tengamos al acabarse la vida.
Maravillas de Jesús
La cosa es que, queriéndolo Él y pensando que se le da gusto, todo lo amargo se vuelve dulce y lo desabrido sabroso.
Lo que únicamente vale es lo que seamos delante de nuestro Dios.
La verdad es que el amor del Señor hacia las almas no tiene límites: que no lo tenga tampoco el nuestro.
¡Cómo complicamos nosotros la santidad! Y es muy sencilla, nada más que dejarse confiada y amorosamente en los brazos de Dios, queriendo y haciendo a cada momento lo que creemos que Él quiere.
Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?
¡Qué cosa! Cuando más se busca el cariño de las criaturas, menos se encuentra, y en cuanto se da uno un poco más a Dios se tiene todo.
La santificación se forja, cuando Dios va quitando al alma todo y la deja como en un inmenso desierto.
Se hace santo el que quiere entregarse de veras a amar a Cristo como Él quiere ser amado.