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El camino de la sinceridad no está circundado de rosas: cada verdad salida de nuestros labios concita un odio implacable, cada paso en linea recta significa un amigo menos.
Manuel González Prada
Te amaré con alma y vida, aunque niegues mi dulzura al sentirte más querida.
Es locura el amor y poco dura; Mas ¿Quién no diera toda la cordura, quién no cambiara mil eternidades por ese breve instante de locura?
Con la palabra sucede lo mismo que con el agua: estancada, se corrompe; movida y agitada, conserva su frescura.
Cuando un individuo se eleva sobre el nivel de su clase social, suele convertirse en el peor enemigo de ella. Durante la esclavitud del negro, no hubo caporales más feroces que los mismos negros; actualmente, no hay quizá opresores tan duros del indígena como los mismos indígenas españolizados e investidos de alguna autoridad.
La Anarquía es el punto luminoso y lejano hacia donde nos dirigimos por una intrincada serie de curvas descendentes y ascendentes. Aunque el punto luminoso fuese alejándose a medida que avanzáramos y aunque el establecimiento de una sociedad anárquica se redujera al sueño de un filántropo, nos quedaría la gran satisfacción de haber soñado. ¡Ojalá los hombres tuvieran siempre sueños tan hermosos!
Esclavizarse por razón de política vale tanto como someterse por causa de religión: esclavos de una casaca o de una levita da lo mismo que siervo de una sotana o de un hábito.
Es que Francia, por su carácter cosmopolita, siembra para que la tierra coseche.
Y la protesta en masa o colectiva no puede venir sin haber sido iniciada por una serie de protestas individuales: muchísimos seguirán el ejemplo, cuando algunos empiecen a darle.
El microbio carcome y destruye el organismo del hombre: lo más humilde abate a lo más soberbio. El omnívoro comedor es comido a su vez.
Ocupar en la tierra el puesto que le corresponde en vez de aceptar el que le designan: pedir y tomar su bocado; reclamar su techo y su pedazo de terruño, es el derecho de todo ser racional.
Rendí mi corazón a la belleza, mas ni el oro acaté ni la grandeza. Limpios están mis labios y mi pluma de vil adulación y de bajeza.
Primero los conquistadores, en seguida sus descendientes, formaron en los países de América un elemento étnico bastante poderoso para subyugar y explotar a los indígenas.
La pluma es tan herramienta como el azadón, el escoplo o el badilejo; y si el obrero gasta la fuerza del músculo, el escritor consume la energía del cerebro.
No se cura al enfermo colocándole bajo su almohada un libro de terapéutica o cirugía, sino propinándole drogas o ejecutándole operaciones quirúrgicas.
La muerte unas veces nos deja morir y otras nos asesina.
Las autoridades políticas, lejos de apoyar a débiles y pobres, ayudan casi siempre a ricos y fuertes.
Existen caridades que infunden odio a la caridad, como hay virtudes que inspiran amor al vicio.
No aterra como enemigo; acomete al adversario, le envuelve y le estrecha, pero no le desarma ni le vence; abraza con descomunales brazos de gigante, y aprieta con fuerzas de pigmeo.
El indio recibió lo que le dieron: fanatismo y aguardiente.
Más que un rebaño, las muchedumbres son gigantes encadenados con telarañas.
La Naturaleza no aparece injusta ni justa, sino creadora.
Verdad, hubo momentos en que Francia parecía retrogradar a la barbarie; pero verdad también que tras la acción impulsiva y perjudicial, vino inmediatamente la reacción meditada y reparadora. La Revolución, la buena Revolución, se mostró siempre inteligente: fue movimiento libre de hombres pensadores, no arranque ciego de multitudes inconscientes.
Dada la inclinación general de los hombres al abuso del poder, todo gobierno es malo y toda autoridad quiere decir tiranía, como toda ley se traduce por la sanción de los abusos inveterados. Al combatir formas de gobierno, autoridades y leyes, al erigirse en disolvente de la fuerza política, el libertario allana el camino de la revolución.
Los políticos se defenderán astuta y eficazmente, porque no usarán el ataque de los galos, que se desnudaban el pecho, sino la emboscada de los pabellones negros que abren su agujero en la tierra, se ocultan, y el instante menos pensado descargan el rifle a la espalda del enemigo.
Vivir significa matar a otros; crecer, asimilarse el cadáver de muchos. Somos un cementerio ambulante donde miríadas de seres se entierran para darnos vida con su muerte.
No se escribe pero se observa el axioma de que el indio no tiene derechos sino obligaciones. Tratándose de él, la queja personal se toma por insubordinación, el reclamo colectivo por conato de sublevación.
El estilo no es más que sangre de las ideas: a organismo raquítico, sangre anémica.
Por eso creemos que una revolución puramente obrera, en beneficio único de los obreros, produciría los mismos resultados que las sediciones de los pretorianos y los movimientos de los políticos. Triunfante la clase obrera y en posesión de los medios opresores, al punto se convertiría en un mandarinato de burgueses tan opresores y egoístas como los señores feudales y los patrones modernos.
Donde faltan las pruebas irrefragables, la prudencia estriba en dudar: la duda representa la situación más luminosa del alma, el estado en que de todos lados recibe diferentesluces, no dejándose deslumbrar por ninguna.
Nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira, porque no merece llamarse república democrática un Estado en que dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley.
La condición del indígena puede mejorar de dos maneras: o el corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores.
La Naturaleza, que sabe crear flores para ser comidas por gusanos y planetas para ser destruidos en una explosión, puede crear Humanidades para ser anonadadas por la muerte.
Muchos individuos nos parecen colosos, porque al medirnos con ellos nos arrodillamos.
Al indio no se le predique humildad y resignación sino orgullo y rebeldía. ¿Qué ha ganado con trescientos o cuatrocientos años de conformidad y paciencia? Mientras menos autoridades sufra, de mayores daños se liberta.
Entre tanto, y por regla general, los dominadores se acercan al indio para engañarle, oprimirle o corromperle.
El indio se redimirá merced a su esfuerzo propio, no por la humanización de sus opresores.
Pobres o ricos, ignorantes o sabios, nacidos en chozas o palacios, al fin tenemos por abrigo la mortaja, por lecho la tierra, por sol la oscuridad, por únicos amigos los gusanos y la podre. La tumba, ¡Digno desenlace del drama!
¿Cabe don más valioso que el pensamiento? Al dar el corazón a los seres que nos aman, les pagamos una deuda; al ofrecer el pensamiento a los desconocidos, a los adversarios, a nuestros mismos aborrecedores, imitamos la inagotable liberalidad de la Naturaleza que prodiga sus bienes al santo y al pecador, a la paloma y al gavilán, al cordero y al lobo.
El súmmum de la moralidad, tanto para los individuos como para las sociedades, consiste en haber transformado la lucha de hombre contra hombre en el acuerdo mutuo para la vida.