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Se cuenta que muchas personas de la alta sociedad de entonces iban a veces a comprar ventura y felicidad por el cómodo precio de la práctica de algunas inmoralidades y supersticiones.
Manuel Antonio de Almeida
Hasta entonces indiferente a lo que pasaba en torno suyo, ahora parecía participar de la vida, de todo lo que la rodeaba; pasaba horas enteras contemplando el cielo, como si recién ahora hubiese descubierto que era azul y bello, que el sol lo iluminada de día, que se recamaba de estrellas a la noche.
Le creció entonces en el alma un estremecimiento de dignidad: ya era oficial y no quería rebajar su categoría.
Si mis suspiros pudiesen a tus oídos llegar verías que una pasión tiene el poder de matar.
Los alguaciles de hoy no son más que la sombra caricaturesca de los alguaciles del tiempo del rey; esa era gente temible y temida, respetable y respetada; formaban uno de los extremos de la formidable cadena judicial que envolvía a todo Río de Janeiro en la época en que los pleitos eran entre nosotros un elemento de vida; el extremo opuesto lo constituían los desembargadores.
Pero también no digo sino aquello que sé, o sea, aquello que oigo; los otros pierden su tiempo en ver y oír; yo como no puedo más que oír, empleo en hablar lo que lo demás emplean en ver; hablo y hablo mucho; pero qué quiere si me sobra tiempo para eso; y además, ud. sabe que no es trabajo cansador.
La poesía de sus costumbres y de sus creencias, de las que mucho se habla, la dejaron en la orilla del océano; acá solo trajeron malos hábitos, viveza y bellaquería, y si no nuestro Leonardo puede decir alguna cosa al respecto.
Todos saben lo que es el fado, esa danza tan voluptuosa, tan variada que parece hija del más depurado estudio del arte. Una simple guitarra sirve de efecto mejor que ningún otro instrumento.