Imágenes
No son recuerdos, que es vida, y verdadero el diálogo que contigo tengo, madre, cuando aquí nos encontramos.
Manuel Altolaguirre
Huyo del mal que me enoja buscando el bien que me falta. Más que las penas que tengo me duelen las esperanzas.
Mares y cielos de mi sangre tuya navegamos los dos. No me despiertes. No te despiertes, no, sueña la vida.
Un lago en una isla eso es tu amor por mí, y mi amor te rodea como un inmenso mar de silencios azules; pero tienen también tus grandezas ocultas.
¡Qué música del tacto las caricias contigo! ¡Qué acordes tan profundos! ¡Qué escalas de ternuras, de durezas, de goces!
Yo también pienso en mí cuando te sueño y robo al tiempo todas mis edades para poblar mis íntimas moradas y acompañarte siempre, siempre, siempre.
La poesía es mi principal fuente de conocimiento. Me enseña el mundo, y en ella aprendo a conocerme a mí mismo. Ella nos hace unánimes, comunicativos.
Si para que brillaran las estrellas bastaba que cerrases tus dos ojos.
No me resigno a dar la despedida a tal altivo y firme sentimiento que tanto impulso y luz diera a mi vida.
Le has dado a mi semblante sin saberlo una luz interior que me hace fuerte, para vencer mayores soledades.
Tengo yo la entrada de tus recuerdos, quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida.
Que si tu fuga fuera sobre verdes caminos y sobre las espumas, y te vieran mis ojos, seguirte yo sabría.
He deseado para ti todo el bien y me acompaña la bondad del amor.
El silencio eres tú: cuerpo de piedra.
Tuvo mi amor la forma de tu vida.
Déjame que sea tu noche, que enturbie tu transparencia. ¡Déjame ver tu hermosura!
Tempestades de deseos contra los muros del alba rompen sus olas. Me ciegan los tumultos que levantan.
Como el mueble y la tela, tu desnudo ya no tenía imponencia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. Era el suelo de un ámbito celeste, imponderable. Éramos transparencias altísimas, calientes.
En mis labios los recuerdos. En tus ojos la esperanza. No estoy tan solo sin ti. Tu soledad me acompaña.
Desde entonces los caminos que conducen a tu alma no quieres que estén desiertos. ¡Cuántas flechas, peces, pájaros, cuántas caricias y besos!
Ser tuyo es renacerme porque logras borrar, hundir, que se retiren todos los espejos, los muros de mi alma.
Mi soledad llevo dentro, torre de ciegas ventanas.
No estás tan sola sin mí. Mi soledad te acompaña. Yo desterrado, tú ausente. ¿Quién de los dos tiene patria?
Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto.
Mi soledad consciente mira las hermosuras inútiles del mundo.