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No nos acostumbremos a ver injusticias, sin que se nos encienda la ira, y la actuación.
Luís Espinal Camps
Que cuando sintamos la tentación de la prudencia, recordemos que tú has escogido la debilidad del mundo para derrotar a los fuertes y a los estúpidos, para confundir a los sabios. Porque la prudencia del mundo es enemiga de Dios.
Señor, tenemos la costumbre de acostumbrarnos a todo. Aun lo más hiriente se nos oxida. Quisiéramos una sensibilidad no cauterizada, para maravillarnos y sublevarnos. Señor, que no nos acostumbremos a ver injusticias, sin que se nos encienda la ira, y la actuación.
Jesucristo, líbranos del culto a las fórmulas. Que comprendamos que lo esencial es encontrarte, y que los medios son lo de menos. No queremos unas estructuras que satisfagan nuestra rutina, y ya no nos lleven a Ti, Dios de la intimidad y del amor sin palabras.
No nos dejes ser tan prudentes. Que queramos contentar a todos. Tu palabra es hiriente como espada de dos filos. Además de las bienaventuranzas, también pronunciaste las maldiciones. Es un texto subversivo.
No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión, y nos haga imposible la cárcel. La terrible prudencia de acallar los gritos de los hambrientos y los oprimidos.
No llamemos prudencia a la cobardía, al conformismo y a la comodidad.
Sería una torpe Iglesia del silencio la que callase por miedo a perder el último resto de sus antiguos privilegios, si callase por cobardía y falsa prudencia. Por fidelidad a Cristo, la Iglesia no puede callar. Una religión que no tenga la valentía de hablar a favor del hombre, tampoco tiene derecho a hablar a favor de Dios.
Jesucristo, te damos gracias porque no fuiste prudente ni diplomático. Porque no callaste para escapar de la cruz. Porque fustigaste a los poderosos sabiendo que te jugabas la vida. Los que te mataron, ésos fueron los prudentes.
Hay un límite imperceptible entre prudencia y cobardía.
No es de prudentes el ser cristianos y el seguir a Cristo. No es prudente vender lo que se tiene y darlo a los pobres. Es imprudente entregar la vida por Dios y por los hermanos.
Los que te mataron, éstos fueron los prudentes.
Todos nos hablan de prudencia, Señor, pero de una prudencia que no es tuya; que en vano buscamos en tu Evangelio.
Llamamos prudencia a la seguridad y a la flojera. Llamamos prudencia al no comprometerse, al no arriesgar nada personal.
Creemos que con la edad aumenta la prudencia, sin pensar que también aumenta el conformismo.