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Tal vez existan niños que aún no han comido carne de hombre. ¡Salvad a los niños!
Lu Xun
Por supuesto, un escritor no puede dejar de tener su propio punto de vista. Por ejemplo, en cuanto a por qué escribo, sigo pensando como hace una docena de años, cuando pensaba que debía escribir para concientizar a mi pueblo, a la humanidad, para ayudarlos a mejorar.
Pero justamente porque soy valiente, tendrán aun más ganas de devorarme, para adquirir parte de mi coraje.
Solamente hoy me doy cuenta de que he vivido años en medio de un pueblo que desde hace cuatro milenios se devora a sí mismo.
En la noche no consigo dormir. Para comprender las cosas, es preciso reflexionar en ellas.
Lo primero que había que hacer era cambiar el espíritu del pueblo y como en esa época yo pensaba que el mejor medio para influir en los espíritus era, por supuesto, la literatura y el arte, decidí iniciar un movimiento literario y artístico.
Quieren devorar a los otros y temen ser devorados a su vez; por esto se estudian recíprocamente con miradas cargadas de sospechas...
La condición necesaria para el frente único es tener un objetivo común... El hecho de que nuestro frente no logre estar unido demuestra que no hemos logrado unificar nuestros objetivos, y que algunos solo trabajan para grupitos o, de hecho, solo para sí mismos. Si todos nos orientamos a servir a las masas de obreros y campesinos, nuestro frente se unirá sin la menor duda.
Con el ceño endurecido desafío fríamente los mil dedos que me señalan, humillando la frente, cual manso buey, sirvo gustoso al niño.
La esperanza no es ni realidad ni quimera. Es como los caminos de la Tierra: sobre la Tierra no había caminos; han sido hechos por el gran número de transeúntes.
Tiene la ferocidad del león, la cobardía de la liebre, la astucia del zorro...
Dudar no es un defecto. Dudar todo el tiempo sin llegar a una conclusión es el defecto.
Todo lo que quiero es que me caven un hoyo y que mi tumba diga: aquí cayó un loco del ajedrez. No jugaba bien, pero le gustaba jugar. Nunca pudo enfrentarse a un campeón. Murió como vivió: esperando.
A juzgar por la actitud de los hombres y mujeres de la calle el otro día, y la de mi hermano estos últimos días, la cosa es poco más o menos segura: quieren que me saque el cinturón, lo amarre a un poste y me cuelgue. Nadie los llamará asesinos y, sin embargo, verán colmados sus deseos secretos.