Imágenes
Y él dice que tal vez o a lo mejor un día volverá pero que el tiempo apremia y es el tiempo una canción caída aquí en la tarde.
Liliana Celiz
El cuerpo leve de animal al roce será fecundo cuando las manos de este tiempo hagan de sed en propiedad de sed a los dos cuerpos.
Con la mano vuelta montaña o manto, así debía converger en el estado antiguo de las cosas, por el este debía aparecer la gruta luego el aire hizo ascender la llama hacia su orilla siendo en matices que saltaba el pez venido desde el fondo.
Las piezas del jardín eran manojos de jazmines y yo tatuada en mí tu barco divisé tu barco o elevación de vos o pensamiento en algún punto izado el cielo como matriz inversa... ¿Gravitarán las olas en tu cuerpo, siendo el deseo depresión en el montículo de sombra que da al sexo?
Y el aire no es sustancia que limita los ríos, que demora a los ríos cuando hay sed y es ser agua en el tiempo que barre la mitad de las sombras perdida allá a lo lejos como pichón de ave que en la luz tiene frío, porque el frío revela y en la luz no descansa.
El devenir como en completación de algún pasado donde el repliegue de la escena se repliega en distorsión de la palabra aún no dicha nunca dicha.
Costumbres bajas, debajo de papeles se desboca y no poderse dar de frente hacia la puerta, pestañearse, la única ilusión en cautiverio correr, depositarse, acometerse a la deriva de hoja cuando el otoño desmantela, época triste, tras la tristeza básica que existe.
En la abstención del yo lo que se ve es lo otro, en el suceso mismo transmutado es la inflexión del ser en el momento del olvido.
... y desde entonces llamo o fluir de otra manera, el príncipe contonea su caballo a toda hora y yo le he dado agua de todo movimiento aquí y es lo que sobra, tal vez aglutinar la otra manera de mirarte o estar o parecer un poco.
Como recuerdo en vez de la existencia, estábamos los dos o desdoblábamos los dos el gesto puro de caricia, también la nitidez del habla en un recodo marginal o cielo raso que caía como granizo.
¿De dónde vienes de mirar tus ojos padre? ¿Algún cajón, cazar de los palomos? ¿Algún bruñir del día en que alumbraste, desde el centro más sonoro de tu sangre la mía propia padre?
El tiempo se rompió en secciones rotativas (él disparó del tacto a la palabra) y la palabra evoca la materia, ser la sustancia misma de las cosas o como integridad el yo representado la sucesión ha abierto lo que evoca.
Desde el puñal que evoco tu sonrisa él duerme los cuentos que le diste se abren eco el Robin Hood doblaba nuestra esquina muerto la mansedumbre que crecía cuervos.
En la otra puerta, el nacimiento de la flor, el nuevo espacio entre canteros lidiar con restos de la noche allá en la noche, en el deseo de derrumbe el aire entero de la costa es un ovillo tironeado de ser cuerpo justo en la cúspide del pasto verdecido.
Partición del cielo en los espacios no asequibles a los cuerpos como el ancho de una daga en el retorno en la ondanada líquida del sexo o licuación de la memoria en lo más mínimo y ahonda.
De aquella unión en la que estábamos despierto mi cuerpo solo de mujer su movimiento y la cabeza en un despliegue de costados el ave negra que vendrá no he sido.
Deconstrucción desde el momento del olvido el tiempo como signo en lo abreviado data de mí su cuerpo como campo.