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El ejército está constituído para defender las leyes y las instituciones, no para servir de pedestal a las tiranías.
Leandro Alem
Bienvenidos seais a ocupar el puesto que vuestro deber os señala; bienvenidos seais a tomar participación en esta verdadera revolución política y social.
El deber no se cumple sino haciendo algo más de lo que el deber manda.
Dejad esa tendencia de esperarlo todo de los gobernantes y grabad en vuestra conciencia la convicción de que este proceder rebaja el nivel moral de los pueblos.
Mi corazón se llena de alegría en presencia de este movimiento varonil, noble y levantado de la juventud, que así demuestra que posee la más grande cualidad del hombre: el carácter.
Los grandes pueblos, Inglaterra, los Estados Unidos, Francia, son grandes por estas luchas activas, por este roce de opiniones, por este disentimiento perpetuo, que es la ley de la democracia.
Se trata de elevar a un pueblo a la alta dignidad del hombre libre, de consagrarle sus más importantes derechos, combatiendo legalmente por la práctica de sus instituciones, que formuladas en un código, son sin embargo, desconocidas y holladas por los malos mandatarios...
Por no tener ideales cayó el Perú en la postración más abyecta.
Nuestra vida política debe ser un certamen de honor y de competencia.
El pueblo donde no hay vida política, es un pueblo corrompido y en decadencia, o es víctima de una brutal opresión.
Para mí la idea moral es la única que puede regenerar a la sociedad.
Te doy un beso en la frente para que la conserves pura. Esa es tu herencia.
Porque en momentos de angustia olvidamos estos sagrados ideales, porque hicimos de nuestras comodidades materiales, concentración de nuestros sentidos y aspiración única de nuestros espíritus, nos hemos visto vejados, ultrajados y deshonrados en nuestras afecciones más caras, sin que a duras penas asomase el sonrojo en nuestras mejillas y palpitaran de vergüenza nuestros corazones.
Pero si ese hombre se olvida que se debe al pueblo y no respeta derechos ni constituciones, el pueblo tiene la obligación de recordarle los deberes de la altura, e imponerle su soberanía, si no por la razón, ¡por la fuerza!
La revolución, señores, era inevitable desde que todos los resortes constitucionales, todos los medios de reparación, que constituyen los derechos y las libertades del pueblo, habían sido aniquilados y desconocidos por sus gobernantes.