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Libertad de prensa: uno puede leer lo que se publica.
Karlheinz Deschner
La Fe, don de Dios.
En las cabezas huecas se puede tocar bien el tambor. Y cuanto más hueca la cabeza, mayor el eco.
Los crímenes pequeños son objeto de persecuciones por parte de perros y policías. Los grandes son objeto de reverencia por parte de los historiadores.
El que no escriba la historia universal como historia criminal, se hace cómplice de ella.
Los cristianos robaron a los judíos el Antiguo Testamento y lo usaron como arma contra ellos En ello transformaron la creencia sobre Israel como pueblo elegido en exigencia de exclusividad y el mesianismo judío en la enseñanza del regreso de Cristo.
Mi escepticismo me salvaguarda de volverme un fanático, algo contra lo que ninguna fe ha conseguido nunca proteger.
Porque todas las religiones viven, en parte, del hecho que algunos de sus creyentes son mejores que ellas.
Porque, como es lógico, no vamos a decir aquí que el Cristianismo sea el único culpable de todas esas miserias. Es posible que algún día, desaparecido el Cristianismo, el mundo siga siendo igualmente miserable. Eso no lo sabemos; lo que sí sabemos es que, con él, necesariamente todo ha de continuar igual.
La fe vive del creyente y no a la inversa, por mucho que al creyente le guste creerlo así. De que eso sea así se encargan los pocos que realmente viven de la fe: más, desde luego, de la fe de los otros que de la propia, aunque esto sea algo en lo que justamente el creyente no cree.
El cristiano considera el cristianismo como lo que nunca fue: como el mensaje de Jesús.
Mi madre solía decir que yo era un soñador obstinado. Me hice mayor y tuve algunos sueños, entre ellos el sueño del progreso, de un mundo mejor. Ahora casi sólo hay un progreso con el que sueño: que los políticos y los curas no nos den miedo, sino risa.
Pienso, luego no soy cristiano.
Admiro muchas cosas entre el cielo y la tierra, mas no hay nada que menos admire que el milagro de las religiones.