Imágenes
Bajo la madreselva que en la reja filtró su encaje de verdor maduro, me perturbaba en el claroscuro de la ilusión, en la glorieta añeja... Cristalizaba un pájaro su queja...
Julio Herrera y Reissig
Mis ojos vueltos a la sombra infinita, aprendieron a llorar por lo más hondo del corazón y de la vida, por lo que nunca se ha visto, ni se verá, y por lo que ya no volveremos a ver jamás.
Su pálida frente es un mapa confuso: la cruzan arrugas, eternas arrugas, que son cual los ríos del vago país de lo abstruso cuyas olas, los años, se escapan en rápidas fugas.
Es una ingenua página de la Biblia el paisaje...
Lo sincero, lo real, lo espontáneo, es siempre lo siempre; porque en el fondo del diamante está la noche del carbón.
Te llevo en el corazón, nimbada de mi sofisma, como un siniestro aneurisma que rompe mi corazón...
No temas que te hagan daño mis fieras desolaciones: como Pedro el Ermitaño, ¡jugarás como los leones!
Un corazón herido cae sumiso sobre una flor más bella que el paraíso, las nupcias de dos bocas, toda una vida que la llama invisible muere encendida.
Si. Mis ojos tus ojos rechazan el lenguaje más férvido es mudo... Es inútil, evita el saludo, pues tus manos, tus manos me abrazan.
Tal la exangüe cabeza, trunca y viva, de un mandarín decapitado, en una macábrica ficción, rodó la luna sobre el absurdo de la perspectiva...
Rasca un grillo el silencio perfumado de rosas...
Yo no te amo... te adoro... Y hasta te odio un poquito...
Y como una pastora, en piadoso desvelo, con sus ojos de bruma, de una dulce pereza, el alba mira en éxtasis las estrellas del cielo.
Bordoneaba la marea de sus cabellos en hilas de diamante musical.
Su pálida frente es un mapa confuso: la abultan montañas de hueso, que forman lo raro, lo inmenso, lo espeso de todos los siglos del tiempo difuso.
En un bostezo de horror, tuerce el estero holgazán su boca de Leviatán tornasolada de horror.
Tu pie, decoro del marfil más puro.
El sol, es miel, la brisa pluma, el cielo pana.
Noche de tenues suspiros platónicamente ilesos: vuelan bandadas de besos y parejas de suspiros.
Deje su indócil rareza tu numen desolador, que en el drama inmolador de nuestros mudos abrazos yo te abriré con mis brazos un paréntesis de amor.
Mientras unidos por un mal hermano me hablaban con suprema confidencia los mudos apretones de tu mano, manchó la soñadora transparencia de la tarde infinita el tren lejano, aullando de dolor hacia la ausencia.