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Me hartabas un poco con tu manía de perfección, con tus zapatos rotos, con tu negativa a aceptar lo aceptable.
Julio Cortázar
Es inconcebible una revolución que no desemboque en la alegría.
Al final, como siempre, un acto de fe -dijo Etienne, riendo-. Sigue siendo la mejor definición del hombre.
No me parece que la luciérnaga extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas más fenomenales de este circo, y sin embargo basta suponerle una conciencia para comprender que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe sentir como una cosquilla de privilegio.
La explicación es un error bien vestido.
Todo dura siempre un poco más de lo que debería.
Estar vivo parece siempre el precio de algo.
En realidad las cosas verdaderamente difíciles son todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento.
Siempre he tenido una gran desconfianza a seguir por un camino cuando se vuelve fácil.
Después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás.
Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo.
Abrazarse interminablemente o con una violencia que los apartaba en el mismo instante, como si del deseo creciera amarga la distancia. Y siempre por debajo, un silencio agazapado donde latía el tiempo enemigo.
Siempre he sabido que las grandes sorpresas nos esperan allí donde hayamos aprendido por fin a no sorprendernos de nada, entendiendo por esto no escandalizarnos frente a las rupturas del orden.
Sabemos tantas cosas, que la aritmética es falsa, que uno más uno no siempre son uno sino dos o ninguno, nos sobra tiempo para hojear el álbum de agujeros, de ventanas cerradas, de cartas sin voz y sin perfume.
¿Qué quieres? El amor pide calle, pide viento, no sabe morir en la soledad.
Creo que no te quiero, que solamente quiero la imposibilidad tan obvia de quererte como la mano izquierda enamorada de ese guante que vive en la derecha.
Ningún llanto es eterno, las viudas se casan de nuevo.
Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.
El hombre está llegando a la luna, pero hace más de veinte siglos que un poeta supo de los ensalmos capaces de hacer bajar la luna hasta la tierra. ¿Cuál es, en el fondo, la diferencia?
¿Quién los ve andar por la ciudad si todos están ciegos?
Ven a domir conmigo esta noche. No haremos el amor; él nos hará.
Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.
El lunes una parte de la familia se fue a sus respectivos empleos y ocupaciones, ya que de algo hay que morir.
Así es como los que nos iluminan son los ciegos.
Siempre ha sido igual, es mucho más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegres.
Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso.
Ningún juego te hará olvidar: tu alma es una máquina fría, un lúcido registro.
La melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas.
En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas.
No estarás para nada, no serás ni recuerdo, y cuando piense en ti pensaré un pensamiento que oscuramente trate de acordarse de ti.
Para qué volver sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece un libro a una pipa de opio más satisfecho queda el chino que lo fuma, dispuesto a lo sumo a discutir la calidad del opio pero no sus efectos letárgicos.
Lo que llamamos absurdo es nuestra ignorancia.
Llevamos tanta sangre en los recuerdos que a veces uno se siente culpable de ponerles límites, de manearlo para que no nos inunde del todo.
Soy un burguesito ciego a todo lo que pasa más allá de la esfera de lo estético.
Lo que para él había sido análisis de probabilidades, elección o simplemente confianza en la rabdomancia ambulatoria, se volvía para ella simple fatalidad. ¿Y si no me hubieras encontrado?, le preguntaba. No sé, ya ves que estás aquí...
Como siempre me costaba mucho menos pensar que ser.
Si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana.
Una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música.
Probablemente Icaro creía tocar el cielo cuando se hundía en el mar epónimo.
Es así como a mi edad el pasado se vuelve presente y el presente es un extraño y confuso futuro.