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Es necesario de verdad estar en regla con nosotros mismos.
Juan Pablo I
El señor nos ha dado este cuerpo, animado de un alma inteligente, y una bella voluntad. Y ha dicho: esta máquina es buena, pero trátala bien.
El poder político, católico o no, ni puede obligar a abrazar la fe religiosa que no gusta, ni puede impedir abrazar y profesar una fe que gusta.
Después del tercer escrutinio, me habría gustado desaparecer sin llamar la atención.
Nadie vino a decirme: Tú llegarás a Papa, Si me lo hubieran dicho, habría estudiado más, me habría preparado.
Humildes, humildes: es la virtud cristiana que a todos toca.
El amor a Dios es también viaje misterioso, es decir, uno no lo emprende si Dios no toma la iniciativa primero. Ésto quiere decir, amar a Dios no poco sino muchísimo; no detenerse en el punto a que se ha llegado sino, con su ayuda, avanzar en el amor.
Si acaso estamos enfermos de maldad, fuera de camino, tenemos un título más para ser amados por el Señor.
Estoy pensando en estos días que conmigo el Señor actúa un viejo sistema suyo: toma a los pequeños del fango de la calle y los pone en alto; toma a la gente de los campos, de las redes del mar, del lago, y hace de ellos apóstoles. Es su viejo sistema.
Personalmente, cuando hablo solo con Dios y la Virgen, más que adulto prefiero sentirme niño. La mitra, el solideo, el anillo desaparecen; mando de vacaciones al adulto y también al obispo, para abandonarme a la ternura espontánea que tiene un niño delante de papá y mamá. El rosario, oración simple y fácil, a su vez, me ayuda a ser niño y no me avergüenzo de ello en absoluto.
Amar significa viajar, correr con el corazón hacia el objeto amado. Amar a Dios es, por tanto, viajar con el corazón hacia Dios.
Procuremos que haya más oraciones y menos batallas.
Ayer por la mañana, fui a la Sixtina a votar tranquilamente. Nunca habría imaginado lo que iba a suceder. Apenas comenzó el peligro para mí, los dos colegas que tenía al lado me susurraron palabras de ánimo.
Dios detesta las faltas, porque son faltas. Pero, por otra parte, ama, en cierto sentido, las faltas en cuanto le dan ocasión a Él de mostrar su misericordia y a nosotros de permanecer humildes y de comprender también y compadecer las faltas del prójimo.
No es la violencia la que puede todo, sino el amor.
Como niño de pecho en brazos de su madre, así en mí está mi alma.
Usted, Eminencia, ha sido un profeta pero mi pontificado será breve.
Yo no realizo una acción, si antes no la quiero; no la quiero, si antes no la deseo; no la deseo, si antes alguien no me la ha presentado como deseable y simpática.
Hoy, nosotros los viejos, estamos avanzando en número en toda la línea.
Dios es Padre, más aún, es madre.