Imágenes
¡Venturoso el corazón que alberga tu terrible placidez!
Juan Gil-Albert
Si mis versos os siguen con admiración y aspiran a eternizar este recuerdo del ser a quien amo, es que mis alas son las palabras, y sin ellas caigo desvanecido en un torpe sueño.
Vivir resistiéndose, día a día, a las ventajas de la adulación y la mendacidad, es sentar plaza vitalicia de héroe.
No son los acontecimientos los que nos cambian: somos nosotros mismos.
En las manos del ocio, un breve tiempo abriste tu ala blanca, pregonando el lejano país donde se oculta la oriental primavera.
Caída su lumbre en el corazón de quien la escucha, ¿qué queda en aquel que vio fluir de su mano la chispa de los grandes designios?
Cual un pájaro ciego yo te canto, porque eres mi sombría rosa amada, y cuando está anegado de tristeza mi corazón renueva sus canciones.
Algo como una voz que me dijera de dentro de mí mismo: esta fe encantadora es la pobreza.
Felicidad, no supe hasta este día que como un abanico entre sus pliegues guarda en sí ese paisaje deseado del aire, tú en ti misma te encerraras, sin que el hombre cansado consiguiera ver llegar a sus sienes la frescura de tu aliento.
La soledad es nuestro nido de gusanos.
El amor y el recuerdo estaban confundidos en mí ser. Entrelazados quedarán en la memoria como un sueño que resplandece, y el corazón seguirá ignorando el origen de tanta clemencia.
Así reinas, divino ser del universo, sobre aquellos que te amaron ciegamente a través de las apariencias.
Cuando sopla la brisa de mi corazón enamorado, sonreís lentamente como si recordarais.
La tierra es un bien irremplazable, un fluido feliz, un toque absorto. Como una tentación sin precedentes hecha a la vez de ardor y de renuncia. Una inmersión gustosa, un filtro lento.