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Puede que resulte difícil tener una economía global fuerte mientras parte del mundo siga produciendo mucho más de lo que consume, y otra parte -una parte que debería estar ahorrando para cubrir las necesidades de su población que va envejeciendo- siga consumiendo mucho más de lo que produce.
Joseph Stiglitz
El error más grave que ha cometido Europa, instigada por Alemania, es que ha achacado los problemas de los países periféricos, como España, a un gasto irresponsable.
La crisis ha puesto al descubierto no sólo errores en el modelo económico dominante sino también en nuestra sociedad. Demasiada gente se ha aprovechado de los demás.
Cuando los mercados fallan, el gobierno viene y recoge los platos rotos. Sabiéndolo, el gobierno debe hacer lo que pueda para evitar las calamidades.
El agotamiento de recursos naturales y la degradación del medio ambiente, son una especie de préstamo tomado del futuro, tanto más odioso cuanto que son deudas que no se ven.
En un mundo de suma cero -donde las ganancias de una de las partes son a expensas de otra- un acuerdo más favorable para los accionistas o los obligacionistas de los bancos significa un acuerdo peor para los contribuyentes.
Los grandes bancos tienen una ventaja competitiva sobre los demás, que no se basa en una fortaleza económica real sino en las distorsiones provocadas por la garantía implícita del gobierno. A la larga, existe el riesgo de que el sector financiero sea un sector cada vez más distorsionado.
Europa también tiene sus problemas, provocados principalmente por el hecho de que los países se unieron a fin de crear una unión monetaria sin tomar las oportunas medidas políticas e institucionales para que esa unión funcionara, y van a tener que pagar un elevado precio por ese fracaso.
Cuando una nación está en crisis, el FMI toma ventaja y le exprime la última gota de sangre. Prenden fuego, hasta que finalmente la caldera explota. Han condenado pueblos a la muerte. No les preocupa si la gente vive o muere. Las políticas socavan la democracia - es un poco como la Edad Media o las Guerras del Opio.
La pobreza es como vivir en la cárcel, vivir esclavizado esperando ser libre.
Si nadie es responsable, si no se puede culpar a ningún individuo por lo que ha ocurrido, quiere decir que el problema está en el sistema económico y político.
Gran parte de la desigualdad de Estados Unidos es consecuencia de las distorsiones del mercado, con unos incentivos dirigidos no a crear nueva riqueza, sino a arrebatársela a los demás.
La globalización ha favorecido a Gates, no a la mayoría.
Las personas no son como las máquinas. Tienen que estar motivadas para trabajar duro. Si sienten que están siendo tratadas injustamente, motivarlas puede resultar difícil.
Resulta particularmente alarmante que hoy en día casi una cuarta parte de todos los niños viva en la pobreza. No hacer nada para paliar su situación es una decisiónpolítica que tendrá consecuencias a largo plazo para nuestro país.
Hemos permitido que los mercados modelasen ciegamente nuestra economía, y al hacerlo, también nos han modelado a nosotros y a nuestra sociedad. Ahora tenemos la oportunidad de preguntarnos si la forma como nos han modelado es lo que queremos.
Cuando los directivos argumentan que es necesario reducir los salarios, o que tiene que haber despidos para que las grandes empresas puedan competir, pero al mismo tiempo esos directivos se aumentan sus propios sueldos, los trabajadores consideran, con toda la razón, que lo que está ocurriendo es injusto.
Los Ángeles contaba con la red de ferrocarriles urbanos más grande del mundo (1.800 km de vías) hasta que un grupo liderado por General Motors la adquirió, la desmanteló y la sustituyó por autobuses fabricados precisamente por esa empresa.
Los pasivos privados fueron nacionalizados. El FMI proporcionó a los gobiernos los dólares necesarios para devolver la deuda a los acreedores occidentales. Se protegió a los acreedores, los deudores se libraron y los contribuyentes de los países en vías de desarrollo tuvieron que soportar la carga de devolver el capital al FMI.
Los fallos de nuestro sistema financiero son señal de unos fallos más amplios en nuestro sistema económico, y los fallos de nuestro sistema económico reflejan problemas más profundos de nuestra sociedad.
Puede que ni siquiera los consideren como su dinero, como sucedería si estuvieran financiando al gobierno con impuestos sobre sus ingresos tan duramente ganados.
En los mercados financieros actuales, casi todo el mundo proclama su inocencia. Todos se limitaban a hacer su trabajo. Y a fe que lo hacían. Pero su trabajo a menudo consistía en explotar a otros o en vivir del resultado de esa explotación.
EEUU y la UE han perfeccionado el arte de abogar por el libre comercio al mismo tiempo que buscan acuerdos comerciales que los protejan de las importaciones procedentes de los países en vías de desarrollo.
Lo que preocupa es que la globalización esté produciendo países ricos con población pobre.
El sector financiero necesita una regulación, pero una regulación efectiva necesita reguladores que crean en ella. Deben elegirse de entre aquellos que pueden verse perjudicados si falla la regulación, no entre aquéllos a los que ese fallo favorezca.
No soy tan optimista respecto de Europa y EE.UU. En ambos casos, el problema subyacente es una demanda total insuficiente. La máxima ironía es que existen simultáneamente una capacidad productiva excesiva, vastas necesidades insatisfechas y políticas que podrían restaurar el crecimiento si usaran esa capacidad para satisfacer las necesidades.
La crisis ha demostrado que la autorregulación -que propugnaba la industria financiera y que para mí era un oxímoron- no funciona.
La austeridad no genera ni crecimiento ni confianza. Las políticas fallidas de los dos últimos años por parte de Europa, a base de intentar poner parches de forma reiterada, errando en el diagnóstico de los problemas de Europa, han socavado la confianza.
El capitalismo no puede funcionar si las recompensas privadas no tienen relación con la rentabilidad social.
Si los fondos de bajo coste se hubieran empleado bien, por ejemplo, si hubieran ido a apoyar la inversión en nuevas tecnologías o la expansión de empresas, habríamos tenido una economía más competitiva y más dinámica.
La memoria es limitada, y dentro de treinta años surgirá una nueva generación, confiada en que no será presa de los problemas del pasado.
La crisis actual ha descubierto defectos fundamentales en el sistema capitalista, o por lo menos en la peculiar versión del capitalismo que surgió en la última parte del siglo XX en Estados Unidos.
Las ideas de los economistas y de los filósofospolíticos, tanto cuando tienen razón como cuando no la tienen, son más convincentes de lo que la gente cree en general. De hecho, el mundo se rige casi exclusivamente por ellas.
Los bancos estadounidenses han contaminado la economía mundial con basura tóxica, y es una cuestión de equidad y de eficiencia -y de respetar las normas- que se les obligue, ahora o más adelante, a pagar el precio de la limpieza, tal vez en forma de impuestos.
En mercados globalmente integrados, los precios internacionales afectan a los precios locales. La reducción de los precios agrícolas globales que producen las voluminosas subvenciones de EEUU y UE hace que los precios de la agricultura local también caigan. De modo que incluso los agricultores que no exportan - que solo venden su producción en el mercado interno - se ven afectados.
No tiene sentido que los inversores, por no hablar de los especuladores, tengan que pagar menos impuestos que alguien que trabaja duro para ganarse la vida, y sin embargo, eso es lo que hace nuestro sistema impositivo.
El mercado de las ideas no es más perfecto que el mercado de los productos, del capital y de la mano de obra. Las mejores ideas no siempre prevalecen, al menos a corto plazo.
La política ha condicionado el mercado, y lo ha condicionado de forma que favorezca a los de arriba a expensas de los demás.
Con frecuencia, los países en vías de desarrollo se encuentran atrapados entre 2 opciones desagradables: la suspensión de pagos, que conlleva el temor al colapso de la economía, o la aceptación de ayuda (préstamos), que conlleva la pérdida de la soberanía económica.
La política económica implica compromisos -ganadores y perdedores- y dichos compromisos no pueden dejarse únicamente en manos de los tecnócratas.