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Sin las alusiones a la Biblia, ya no habría en los buenos libros escritos en nuestra lengua nada de ingenuo, de familiar, de popular.
Joseph Joubert
Para llegar a las regiones de la luz es preciso pasar por entre nubes. Unos se detienen aquí; otros saben pasar más allá.
Una obra no sólo tiene que ser buena, sino estar hecha por un buen autor.
El castigo de los malos gobernantes es el de ser juzgados peores de lo que son.
La razón puede advertirnos qué es lo que se debe evitar; pero únicamente el corazón nos dice lo que hay que hacer.
La elocuencia debe venir de la emoción, pues toda emoción la da naturalmente.
No es tanto el sonido como el sentido de las palabras lo que mantiene en suspenso la pluma de los buenos escritores.
Podemos convencer a los demás con nuestras propias razones; pero nunca nos persuadiremos sino con las suyas.
El aspecto de inocencia que se advierte en la cara de los convalecientes, débese a que las pasiones están inactivas y todavía no han recobrado su imperio.
¡Cuánta gente, en literatura, tiene el oído justo y el canto destemplado!
Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor.
Para escribir bien es necesario tiempo y disposición.
Burdos intelectos, provistos de órganos robustos, han entrado de golpe en la literatura, ¡Y son ellos los que pesan las flores!
En literatura, el gusto, las reglas, el género, la belleza, son invariables por esencia, como la moral.
¡Libertad, libertad! ¡Que haya justicia en todo y tendremos libertad suficiente!
Busque, dicen ellos. Yo busco mucho la expresión justa, la expresión sencilla, la expresión que conviene más al tema en cuestión, al pensamiento que se tiene, al sentimiento que anima, a lo que precede, a lo que sigue, al sitio que aguarda la palabra.
El motivo no existe siempre para ser alcanzado, sino para servir de punto de mira.
Como la poesía es, a veces, incluso más filosófica que la filosofía, la metafísica es, por su naturaleza, incluso más poética que la poesía.
La indulgencia no debe hablar demasiado alto, si no quiere despertar a la justicia.
La danza debe dar la idea de una ligereza y una soltura incorpóreas, por así decirlo. El efecto de las bellas artes tiene como único mérito lo que todas éstas deben tener como fin, el de hacer imaginar almas por medio de cuerpos.
En la epopeya hay que mostrar, hasta en los rasgos del personaje, el destino que le aguarda, como se prevé el sacrificio hasta en el arreglo de las flores que servirán de corona a las víctimas.
Hay versos que, por su carácter, parecen formar parte del reino mineral; son dúctiles y resplandecientes. Otros, pertenecen al reino vegetal; tienen savia. Los últimos, finalmente, pertenecen al reino animal; tienen vida. Los más bellos son los que tienen alma; éstos pertenecen a los tres reinos, pero aún más a la Musa.
Lo que es verdad a la luz de la lámpara, no siempre es verdad a la luz del sol.
Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos.
No hay peor cosa en el mundo que una obra mediocre que aparenta ser excelente.
Vale más remover una cuestión, aunque no se zanje, que zanjarla sin removerla.
La crítica enturbia el gusto, envenena los sabores.
Cada cual es su propia Parca y se teje su destino.
En el hombre no hay de bueno más que sus sentimientos jóvenes y sus pensamientos viejos.
Hoy ya no existen enemistades irreconciliables, porque ya no hay sentimientosdesinteresados; he aquí un bien que tiene su origen en un mal.
La credulidad que procede del corazón no hace daño alguno al espíritu.
Sin algún deber, la vida es algo fláccido y sin esqueleto; no puede mantenerse en pie.
La superstición es la única religión de que son capaces los espíritus degenerados.
En la composición de la dicha entra la idea de haberla merecido.
Para escribir bien no basta con despertar la atención y retenerla; hay que satisfacerla.
Quienes nunca piensan más allá de lo que dicen y nunca ven más allá de lo que piensan tienen un estilo muy decidido.
No conviene nunca ofrecer a la atención, ni inculcar en la memoria de los hombres, máximas perniciosas bien expresadas.
La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes.
Los críticos no sabrían distinguir y apreciar ni los diamantes brutos ni el oro en barras; en literatura no conocen sino lo que circula, las monedas; ellos son comerciantes, su crítica tiene balanzas, pesas, pero no tiene ni crisol ni piedra de toque.
Aquellos que nunca se retractan de sus opiniones se aman a ellos mismos más que a la verdad.