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Hay muchos escritos en los que no queda -como el espectáculo que ofrece un riachuelo bañando de agua clara los pequeños guijarros- sino el recuerdo de las palabras que se escaparon.
Joseph Joubert
No es uno inocente cuando a sí mismo se hace daño.
La elocuencia de corto alcance es naturalmente la del pueblo y la de los niños, y admite expresiones ricas, más ricas incluso que la otra.
Cuando mis amigos son tuertos, los miro de perfil.
Hay un derecho del más sabio, pero no del más fuerte.
Mucha grasa en el espíritu y mucha flaqueza en el estilo es el carácter de este siglo.
La ternura es la pasión del reposo.
La dirección de nuestro espíritu es más importante que su progreso.
Todas las formas de estilo son buenas, con tal de que sean empleadas con gusto; existe una gran cantidad de expresiones que en unos son defectos y en otros son virtudes.
Siempre estamos pidiendo nuevos libros, pero en ésos que poseemos desde hace mucho tiempo hay inestimables tesoros de ciencia y de entretenimiento que desconocemos porque hemos decidido privarnos de ellos.
Hay cosas que sólo podemos decir por escrito, que sólo podemos saberlas bien cuando pensamos en escribirlas, pero que sólo podemos pensar en escribirlas cuando las sabemos por adelantado.
Son pocos los libros que pueden gustarnos toda la vida. Hay algunos de los que nos cansamos con el tiempo, con el saber y con la sensatez.
Lo que es dudoso o mediocre necesita del consenso para agradar a su autor; pero lo que es perfecto lleva en sí la convicción de su belleza, de su mérito.
Ocurre lo mismo con ciertos fragmentos luego de haber leído los libros completos.
Hay que enseñar al espíritu a moverse también entre vaguedades; el mundo moral y el mundo intelectual están repletos de éstas.
El talento poético nace, en los espíritus muy vivos, de la impotencia para razonar.
A veces los pensamientos nos consuelan de las cosas, y los libros de las personas.
¡Cuántos sabios forjan las ciencias, cual cíclopes laboriosos, ardorosos e infatigables, pero que no tienen más que un ojo!
En el lenguaje ordinario, las palabras sirven para nombrar las cosas, pero cuando el lenguaje es realmente poético, las cosas sirven para nombrar las palabras.
Unos gustan decir lo que saben; otros lo que piensan.
Es preciso considerar el pasado con respeto y el presente con desconfianza si se pretende asegurar el porvenir.
No es inocente el que se daña a sí mismo.
Cuando uno está dotado de mucho sentido común y de muy buenos sentimientos, nunca es mediocre.
No hay de bueno en el hombre sino sus sentimientos nuevos y sus viejos pensamientos.
Se debe escribir: de la agricultura, con llaneza; del derecho, con sencillez y probidad; de la política, con gravedad; de la moral, con grandeza; y de las cosas espirituales, con sensibilidad; o mejor: escribir de todo lo que es materia con solidez, y de todo lo que es sensible con espíritu.
Hay ciertas personas que se creen ilustradas porque se sienten llenas de decisión, juzgando que es verdad lo que no es sino convicción, e inteligencia lo que no es más que una, firme concepción. Hay otras que, porque conocen todas las palabras, creen saber todas las verdades.
No queriendo Dios otorgar a los griegos la verdad, les concedió la poesía.
No puede hallarse poesía en ningún lado cuando no se lleva dentro.
Nada torna en el campo de la literatura tan imprudentes ni tan osados los espíritus, como la ignorancia de la antigüedad y el desprecio de los libros antiguos.
Todo aquello a que una mujer se atreve, lo juzga inocente.
Lo peor del error no es lo que en él hay de falsedad, sino lo que hay en él de librevoluntad, de ceguedad y de apasionamiento.
Hay dos maneras de ser sublimes: a través de las ideas o a través de los sentimientos. En el segundo caso, poseemos palabras de fuego que penetran y que arrastran. En el primero, sólo poseemos palabras de luz que calientan poco, pero que cautivan. La extrema sutileza puede hallarse en las ideas, pero no debe hallarse en el razonamiento.
En literatura, nada vuelve tan imprudente y tan atrevido al intelecto como la ignorancia de los tiempos pasados y el desprecio por los libros antiguos.
La alta filosofía nos enseña a no ser demasiado filósofos.
Dios castigará-dicen los orientales - al que ve y al que es visto. ¡Hermosa y terrible recomendación del pudor!
Enseñar es aprender dos veces.
Incluso para el éxito momentáneo no basta con que una obra sea escrita con los atractivos propios del tema: tiene también que ser escrita con los atractivos propios del lector.
La verdadera profundidad viene de las ideas concentradas.
¡Cuántas personas tienen buen oído para la literatura y al cantar desentonan!
Un hombre sin defectos es un tonto o un hipócrita del que debemos desconfiar.