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La justicia no menoscaba el valor; antes lo enaltece.
José Martí
Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene.
Haga cada uno su parte de deber, y nada podrá vencernos.
Solo sirve a la patria el que la obedece.
El hombre necesita sufrir. Cuando no tiene pesares reales los crea. Los pesares lo purifican y lo preparan.
El amor, madre, a la patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas.
Política es eso: el arte de ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta; de conciliar la fiera egoísta con el ángel generoso; de favorecer y de armonizar para el bien general, y con miras a la virtud, los intereses.
Solamente un pueblo culto puede ser veramente libre.
Quien piensa en sí, no ama a la patria.
La ley del talento, como la de la dicha verdadera, es el desinterés.
Como el hueso al cuerpo humano, y el eje a una rueda, y el ala a un pájaro, y el aire al ala, así es la libertad la esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es imperfecto.
Sólo las virtudes producen en los pueblos un bienestar constante y serio.
Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad.
La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político.
Todo está dicho ya; pero las cosas, cada vez que son sinceras, son nuevas.
El elogio oportuno fomenta el mérito, y la falta de elogio lo desanima.
La honra puede ser mancillada. La justicia puede ser vendida. Todo puede ser desgarrado. Pero la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás.
La vida humana sería una invención repugnante y bárbara, si estuviera limitada a la vida en la tierra.
Lo pasado es la raíz de lo presente. Ha de saberse lo que fue, porque lo que fue está en lo que es.
Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
Ámese al hombre entusiasta y desinteresado.
Toda madre debiera llamarse Maravilla.
Haga hombres, quien quiera hacer pueblos.
La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes.
La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad, y de la viveza, de la imaginación y el ímpetu.
La libertad no muere jamás de las heridas que recibe. El puñal que la hiere lleva a sus venas nueva sangre.
El amor llenará al cabo el pecho de los hombres.
La política científica no está en aplicar a un pueblo, siquiera sea con buena voluntad, instituciones nacidas de otros antecedentes y naturaleza, y desacreditadas por ineficaces donde parecían más salvadoras; sino en dirigir hacia lo posible el país con sus elementos reales.
Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad.
Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir.
La amistad es tan hermosa como el amor; es el amor mismo, desprovisto de las encantadoras volubilidades de la mujer.
Sólo el ejercicio general del derecho libra a los pueblos del dominio de los ambiciosos.
De la justicia no tienen nada que temer los pueblos, sino los que se resisten a ejercerla.
La palabra sincera huye, como niña decorosa, de los comedores renales.
Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan.
No es que los hombres hacen los pueblos, sino que los pueblos, con su hora de génesis, suelen ponerse, vibrantes y triunfantes en un hombre.
Se abren campañas por la libertad política; debieran abrirse con mayor vigor por la libertad espiritual; por la acomodación del hombre a la tierra en que ha de vivir.
La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie.
Cuando la política tiene por objeto, bajo nombres de libertad, el reemplazo en el poder de los autoritarios arrellanados por los autoritarios hambrientos, el deber del hombre honrado no será nunca, ni aun con esa excusa, el de echarse a un lado de la política, para dejar que sus parásitos la gangrenen.
Se tiene el talento para honrarse con él, no para deshonrar a los demás.