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No debemos consentir que esta vasta y rica región sea convertida en una simple factoría extranjera.
José Manuel Balmaceda
Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla, será levantada de nuevo en tiempo no lejano, y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros, flameará un día para honra de las instituciones chilenas y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de mi vida.
¡Mía o de nadie! (refiriéndose a su patria).
Cuando ustedes y mis amigos me recuerden, piensen que mi espíritu, con sus más delicados afectos, estará entre ustedes.
En pocos meses más dejaré el mando. Nada puedo esperar para mí, pero entregaré mil veces la vida antes que permitir que se destruya la obra de Portales, base angular del progreso incesante de mi patria.
El pabellón chileno es sagrado, y a su sombra podemos todos, gobernantes y gobernados, unirnos en íntimo efusión, para bendecir a la Providencia que nos bendice, y para congratularnos por las conquistas del progreso y del ingenio humano.
El congreso es un haz de corrompidos; hay un grupo que trabaja el oro extranjero y que ha corrompido a muchas personas. Hay un hombre acaudalado que ha envilecido la prensa y ha envilecido los hombres. Las fuerzas parlamentarias han fluctuado entre vicios y ambiciones personales. El pueblo ha permanecido tranquilo y feliz, pero la oligarquía lo ha corrompido todo.