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El dinero permite al mediocre satisfacer sus vanidades más inmediatas.
José Ingenieros
Jamás fueron tibios los genios, los santos y los héroes.
La medida justa del hombre está en la duración de sus obras.
El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio, un penacho, grande o pequeño: emblema, al fin, de que no se vive como simple reflejo de los demás.
Amar es sufrir amablemente; es gozar de una ansiedad perenne, de un sobresalto siempre renovado.
El tiempo descubre a los que tienen la moral en piezas, para mostrarla, aunque de su paño jamás corten un traje para cubrir su mediocridad.
La patria no se hace por dinero y tierra solamente, debe tener características de ideal y progreso.
La intensa cultura no entibia a los visionarios: su vida entera es una fe en acción.
La fe es la antítesis del fanatismo. La firmeza del genio es una suprema dignidad del propio Ideal; la falta de creencias sólidamente cimentadas convierte al mediocre en fanático. La fe se confirma en el choque con las opiniones contrarias; el fanatismo teme vacilar ante ellas e intenta ahogarlas.
Los hombres que no son mediocres nunca se obstinan en el error, ni traicionan a la verdad.
La imaginación y la experiencia van de la mano. Solas no andan.
En la historia de su sociedad solo vive el que deja rastros en las cosas o en los espíritus.
El proceso de desarrollo de un genio, se necesita mucho tiempo, y no para que este cree sus obras, sino para que estas puedan ser reconocidas.
Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van.
Es hermoso que los padres lleguen a ser amigos de sus hijos, desvaneciéndoles todo temor, pero inspirándoles un gran respeto.
No se nace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal, no se adquiere.
Y así como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos.
Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor.
Él es apenas un objeto en el cuadro.
Los temperamentos acomodaticios saben que la vida guiada por el interés brinda provechos materiales; los románticos creen que la suprema dignidad se incuba en el ensueño y la pasión.
El genio es excelente por su moral, o no es genio.