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Barcos de amplio velamen, pero sin timón, no saben adivinar su propia ruta: ignoran si irán a varar en una playa arenosa o a quedarse estrellados contra un escollo.
José Ingenieros
Hay algo humano, más duradero que la supersticiosa fantasmagoría de lo divino: el ejemplo de las altas virtudes.
Juventud sin rebeldia es servidumbre precoz.
Es despreciable siempre el adulón, aun cuando lo hace por una especie de benevolencia vulgar o por el deseo de agradar a cualquier precio.
Las rebeldías románticas son embotadas por la experiencia: ella enfrena muchas impetuosidades falaces y da a los ideales más sólida firmeza. Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan.
Todo idealismo es exagerado, necesita serlo. Y debe ser cálido su idioma, como si desbordara la personalidad sobre lo impersonal; el pensamiento sin calor es muerto, frío, carece de estilo, no tiene firma.
El buen lenguaje clásico llamaba doméstico a todo hombre que servía. Y era justo. El hábito de la servidumbre trae consigo sentimientos de domesticidad, en los cortesanos lo mismo que en los pueblos.
Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan.
La burocracia es una convergencia de voracidades en acecho.
Muchos genios son genios sencillamente no porque se desarrollaron sino por estar en el clima y hora adecuados.
Para concebir una perfección se requiere cierto nivel ético y es indispensable alguna educación intelectual.
Es un gran signo de mediocridad dijo Leibniz elogiar siempre moderadamente.
Cuando las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria: de todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella.
La síntesis es la antorcha del genio.
Todos, al nacer, reciben como herencia de la especie los elementos para adquirir una personalidad específica.
La rutina no es hijo de la experiencia, es su caricatura.
El genio necesita la existencia de los mediocres e idiotas, porque estos son los que utilizan las obras de este dándole así su reconocimiento como genio.
Su orgullo nunca excede de la vanidad de los imbéciles.
Los que se quejan de la forma como rebota la pelota, son aquellos que no la saben golpear.
Los políticos mediocres no viven de crear ideas positivas para su pueblo, sino que sencillamente viven de su imagen.
Enseñemos a perdonar; pero si enseñamos también a no ofender, sería más eficiente.
Nada hay más hermoso que un padre llegue a convertirse en un amigo de sus hijos, cuando éstos llegan a perderle el temor, pero no el respeto.
Las personas envidiosas son personas que siempre quieren opacar a los demás.
El hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios esta viejo, irreparablemente. La vida humana representa, la mayor parte de las veces, una ecuación entre el pasado y el futuro.
La genialidad es una coincidencia. Surge como chispa luminosa en el punto donde se encuentran las más excelentes aptitudes de un hombre y la necesidad social de aplicarlas al desempeño de una misión trascendental.
Los hombres mediocres repiten que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
El diablo no sabe más por viejo que por diablo. Si se arrepiente no es por santidad; sino por impotencia.
El ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas puedan levantarlo; el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás.
Mientras los serviles trepan entre las malezas del favoritismo, los austeros ascienden por la escalinata de sus virtudes. O no ascienden por ninguna.
El amor a la propia patria debe reflejarse en el respeto a las otras.
La rutina es el hábito de renunciar a pensar.
Para crear una partícula de Verdad, de Virtud o de Belleza, se requiere un esfuerzo original y violento contra alguna rutina o prejuicio; como para dar una lección de dignidad hay que desgoznar algún servilismo.
A medida que la experiencia humana se amplía, observando la realidad, los ideales son modificados por la imaginación, que es plástica y no reposa jamás.
A los hombres fuertes les pasa lo que a los barriletes; se elevan cuando es mayor el viento que se opone a su ascenso.
En la utopía de ayer se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades.
Muchos cerebro torpes, se envanecen de su testarudez, confundiendo la parálisis con la firmeza.
La vulgaridad es el blasón nobiliario de los hombres ensoberbecidos de su mediocridad.
La fe es la fuerza del genio. Para imantar a una era necesita amar su ideal y transformarlo en pasión.
No es necesario demostrar nuestro patriotismo con guerra, porque eso no es patriotismo, patriotismo es trabajas por el progreso del país.
Los prejuicios son creencias anteriores a la observación; los juicios, exactos o erróneos, son consecutivos a ella.