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Sigo pensando que es otra cosa la poesía: una forma de amor que sólo existe en silencio, en un pacto secreto entre dos personas, de dos desconocidos casi siempre.
José Emilio Pacheco
Extraño mundo el nuestro: cada día le interesan cada vez más los poetas; la poesía cada vez menos. El poeta dejó de ser la voz de la tribu, aquel que habla por quienes no hablan.
Poesía no es signos negros en la página blanca. Llamo poesía a ese lugar del encuentro con la experiencia ajena.
Pero no estaba arrepentido ni me sentía culpable: querer a alguien no es pecado, el amor está bien, lo único demoníaco es el odio.
He cometido un error fatal - y lo peor de todo es que no sé cúal.
¿Por qué tienen que pegarle etiquetas a todo? ¿Por qué no se dan cuenta de que uno simplemente se enamora de alguien? ¿Ustedes nunca se han enamorado de nadie?
En la costa se afirma que los cangrejos son animales hechizados. Son seres incapaces de volverse para mirar sus pasos.
Antes de la guerra en el Medioriente el principal deporte de nuestra clase consistía en molestar a Toru. Chino chino japonés: come caca y no me des... Toru, el mejor del grupo, sobresaliente en todas las materias... Hoy dirige una industria japonesa con cuatro mil esclavos mexicanos.
No tu mano: la tinta escribe a ciegas estas pocas palabras.
Tal vez sólo me apropio los gestos, las palabras, los actos inherentes a la pequeña fracción de tiempo asignada a mi persona.
Escribo: doy la mitad del poema. Poesía no es signos negros en la página blanca. Llamo poesía a ese lugar del encuentro con la experiencia ajena. El lector, la lectora harán o no el poema que tan sólo he esbozado.
Y veo a los jóvenes corriendo sin parar por la vía franca, rumbo a la felicidad...
Y cada ola quisiera ser la última, quedarse congelada en la boca de sal y arena que mudamente le está diciendo siempre: adelante.
Todo nos interroga y recrimina. Pero nada responde. Nada persiste contra el fluir del día. Al centro de la noche todo acaba y todo recomienza.
Si los indios no fueran al mismo tiempo los pobres nadie usaría esa palabra a modo de insulto.
No, no me había curado: el amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio.
Y ahora una digresión: consideremos esa variante del amor que nunca puede llamarse amor. Son aislados instantes sin futuro.
Digamos que no tiene comienzo el mar, empieza donde lo hallas por vez primera y te sale al encuentro por todas partes.
Imposible dar gusto a todos. La nieve que para mí es la diosa, la novia, Astarté, Diana, la eterna muchacha, para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Lo que más odio: La crueldad con la gente y con los animales, la violencia, los gritos, la presunción, los abusos de los hermanos mayores, la aritmética, que haya quienes no tienen para comer mientras otros se quedan con todo; encontrar dientes de ajo en el arroz o en los guisados; que poden los árboles o los destruyan; ver que tiren el pan a la basura.
La gente llega, vive, sufre, se muere. Vienen los otros a ocupar su sitio y la casa arruinada sigue viviendo.