Imágenes
¿Quién pensara jamás llegase un día en que, perdido el celestial encanto y caída la venda de los ojos, cuanto diera placer causara enojo?.
José de Espronceda
Sueños las dichas son, sueños las flores, la esperanza, el dolor, la desventura; triunfos, caídas, bienes y rigores el sueño son que hasta la muerte dura, y en incierto y continuo movimiento agita al ambicioso pensamiento.
Yo, compasivo, te ofrezco; lejos del mundo un asilo, donde a mi sombra tranquilo, para siempre duerma en paz.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.
¡Qué mina inagotable es el pedir!
Boguemos, boguemos, la barca empujad, que rompa las nubes, que rompa las nieblas, los aires las llamas, las densas tinieblas, las olas del mar.
¡Salve, llama creadora del mundo, lengua ardiente de eterno saber, puro germen, principio fecundo, que encadenas la muerte a tus pies!
A ti las quejas de mi mal profundo, hermosa sin ventura, yo te envío: mis versos son tu corazón y el mío.
Eterna vida, eterno movimiento, los sueños de la dulce poesía, el sonoro y quimérico concento de la rica extasiada fantasía.
Y si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo del esclavo, como un bravo sacudí.
Deja que inquieten al hombre que loco al mundo se lanza; mentiras de la esperanza, recuerdos del bien que huyó; mentiras son sus amores, mentiras son sus victorias, y son mentiras sus glorias, y mentira su ilusión.
Y espero que mi busto adorne un día algún salón, café o peluquería.
¿Por qué volvéis a la memoria mía, tristes recuerdos del placer perdido...?
Ya el sol esconde sus rayos, el mundo en sombras se vela, el ave a su nido vuela. Busca asilo el trovador.
Canta en la noche, canta en la mañana, ruiseñor, en el bosque tus amores; canta, que llorará cuando tú llores el alba perlas en la flor temprana.
Yo soy pobre y se lastiman todos al verme plañir, sin ver son mías sus riquezas todas, que mina inagotable es el pedir.
Navega, velero mío, sin temor, que ni enemigo navío ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.
El alma en su mirar se transparenta, mirar sereno, vívido y ardiente, y su robusta máquina alimenta la eterna llama que en el pecho siente.
¡Una lágrima! ¿Es acaso de temor o de amargura? ¡Ay! A aumentar su tristura ¡Vino un recuerdo quizá!
Extático ante ti me atrevo a hablarte: ardiente como tú mi fantasía, arrebatada en ansia de admirarte intrépidas a ti sus alas guía.
Serena la luna alumbra en el cielo, domina en el suelo profunda quietud; ni voces se escuchan, ni ronco ladrido, ni tierno quejido de amante laúd.
¡Hojas del árbol caídas juguete del viento son!: las ilusiones perdidas ¡ay! son hojas desprendidas del árbol del corazón.
¡Bendita mil veces la experiencia y benditos también los desengaños!
¡Oh, llama santa! ¡Celestial anhelo! ¡Sentimiento purísimo! ¡Memoria acasotriste de un perdido cielo, quizá esperanza de futura gloria!
Allá muevan feroz guerra, ciegos reyes por un palmo más de tierra; que yo aquí tengo por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes.
Allá va la nave: ¿quién sabe dónde va? ¡Ay! ¡Triste el que fía del viento y la mar!
A mí tan sólo penas y amargura, me quedan en el valle de la vida; como un sueño pasó mi infancia pura, se agosta ya mi juventud florida.
Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
El puro beso del alegre niño que en torno de sus padres juguetea, prenda de amor, emblema del cariño en que el alma gozosa se recrea.
Las ilusiones perdidas son hojas, desprendidas del árbol del corazón.
Tú eres luciente cristal, color de oro y nácar que encanta al mirar.
Yo, con erudición ¡cuánto sabría!
Y en sueños confunde la muerte, la vida: recuerda y olvida, suspira, respira con hórrido afán.
Mas, ay, que es la mujerángel caído, o mujer nada más y lodo inmundo, hermoso ser para llorar nacido, o vivir como Autómata en el mundo.
La luna en el mar riela, en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul...
En las presas yo divido lo cogido por igual; sólo quiero por riqueza la belleza sin rival.
Madrid yace envuelto en sueño, todo al silencio convida.
Que hoy su triste cárcel quiebran libres los diablos en fin, y con música y estruendo los condenados celebran, juntos cantando y bebiendo, un diabólico festín.
¡Ay! ¡Nunca busquemos la triste verdad! La más escondida tal vez, ¿qué traerá? ¡Traerá un desengaño! ¡Con él un pesar!
Hay una voz secreta, un dulce canto que el alma sólo recogida entiende, un sentimiento misterioso y santo que del barro al espíritu desprende, agreste, vago y solitario encanto que en inefable amor el alma enciende, volando tras la imagen peregrina el corazón de su ilusión divina.