Imágenes
La mariposa no se cree nunca la flor que sobrevuela. Y vuelve y vuelve y vuelve hasta que la toca el final del día.
José Carlos Cataño
Lo que me gusta de la lluvia es que es ella misma, sin más. Dices que llueve, y no puede ser sino eso. Se concentra en sí misma. Por eso cae, corre por los sumideros, desaparece.
Cuando pierdes algo vives su dolor, y ahí termina la experiencia para muchos. Otros aprenden, con el dolor, a vivir lo perdido. El dolor, entonces, ya no es de algo, sino de la vida que lo albergaba. No obstante, saber vivir sin el dolor y sin la pérdida lo pueden alcanzar unos cuantos, para quienes la vida es desposesión y seguir callado.
No supimos disponernos ni para la aparición de un dios ni para el resplandor de su ausencia. Vivimos, sin más, como lo que se sucede en lo precario.
A veces no sabe uno por qué, o cómo, sigue vivo. Y les pide a las nubes que sean más densas, que cobren un cuerpo más notorio, y que la realidad se haga más intensa en las venas. Que todo siga fluyendo. Y que uno tenga mayor consistencia para que, nunca más, a él se lo lleven mar adentro.
La aurora, presenciada desde el aire, lleva con ella los primeros colores del mundo; y un ribete rojo, que es el eco de la ignición del origen.
Todos llevamos un paisaje interior, de una época imprecisa, que reconocemos en otros lugares.
A la melancolía le falta la "u" de la muerte para ser perfecta.
La vida es un puente hacia la verdad, cuyo peso se enamora del abismo.
Nos miramos y seguimos, se dicen con asombro aquellos que se amaron, aquellos que fueron tanto cuando estaban juntos. Ceniza radiante.
Mi sangre es la sombra de una inmensa ruina que resiste disiparse en los resuellos del sol.
Lo que supones, hasta que no pasa, solo puedes suponerlo. Y cuando sucede siempre es distinto.