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En todos los países del mundo las gentes de cada carrera desprecian a las de las otras.
José Cadalso
En aquellas cosas humanas en que no cabe la demostración todo argumento permanece indeciso, quedando cada argumentante en la persuasión de que su antagonista no entiende de la cuestión o no quiere confesarse vencido.
La naturaleza es la única que pueda ser juez; pero su voz, ¿dónde suena?.
Poca cosa es el entendimiento humano, que si quiere ser un poco eficaz, muda la naturaleza de las cosas de buenas en malas, por buenas que sean.
No puedo comprehender qué utilidad puede sacarse de disputar setenta años una misma cosa, sin el gusto, ni siquiera la esperanza de aclararla.
El hombre grande nunca es mayor que cuando se baja al nivel de los demás hombres, sin que eso le quite el remontarse después donde lo encumbre el rayo de la suprema esencia que nos anima.
El lujo es dañoso porque multiplica las necesidades de la vida, emplea el entendimiento humano en cosas frívolas y dorando los vicios hace despreciable la virtud, que es la única que produce los verdaderos bienes y gustos.
En España en este siglo no hay quien no sepa que se ha de morir de hambre como se entregue a las ciencias.
El día que el género humano conozca que su verdadera gloria y ciencia consiste en la virtud, mirarán los hombres con tedio a los que tanto les pasman ahora.
Creo que el carácter de algunos escritores europeos (hablo de los clásicos de cada nación) es el siguiente: los españoles escriben la mitad de lo que imaginan; los franceses, más de lo que piensan, por la calidad de su estilo; los alemanes lo dicen todo, pero de manera que la mitad no se les entiende; los ingleses escriben para sí solos.
No quedan más que dos medios para evitar que el lujo sea la total ruina de esta nación: o superar la industria extranjera, o privarse de su consumo, inventando un lujo nacional que igualmente lisonjeara el orgullo de los poderosos y los obligara a hacer a los pobres partícipes de sus caudales.
Llamo mérito al conjunto de un buen talento y de un buen corazón.
El que anda en un cortejo es como el bruto que tira de una noria (basto es el ejemplo, pero propio); anda sin fin y con los ojos vendados, y siempre está en una misma parte: nada adelanta, siempre se halla a los principios, y el agua tal cual que saca de los pozos, es para el recreo de otros gustos.
¿Qué no se puede esperar con el tiempo de unos niños que en tan tiernos años manifiestan una alegría inocente, un estudio voluntario, una inclinación a todo lo bueno, un respeto filial a sus padres y un porte decoroso y benigno para sus criados?
El culto con que veneramos a los viejos, me dijo Nuño, suele ser a veces más supersticioso que debido. Cuando miro algún anciano que ha gastado su vida en alguna carrera útil a la patria, lo miro sin duda con veneración; pero cuando el tal no es más que un ente viejo que de nada ha servido, estoy muy lejos de venerar sus canas.