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Los pobres no se lo podían creer. ¿Qué está diciendo Jesús? Según la tradición de Israel, la prosperidad es signo de la bendición de Dios, y la miseria, por el contrario, indicio de su maldición.
José Antonio Pagola
Podemos decir sin temor a equivocarnos que la "gran revolución religiosa" llevada a cabo por Jesús es haber abierto otra vía de acceso a Dios distinta de lo sagrado: la ayuda al hermano necesitado. La religión no tiene el monopolio de la salvación; el camino más acertado es la ayuda al necesitado.
El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el gran enemigo del proyecto humanizador de Dios.
Si Dios se pone de su parte, no es porque se lo merezcan, sino porque lo necesitan.
Jesús habla del dinero con un lenguaje duro. Lo llama dinero injusto, riqueza de iniquidad, no solo porque ha sido obtenido de manera injusta, sino, sobre todo, porque genera una sociedad injusta e inhumana. Siempre es así. También hoy.
Nuestra felicidad eterna se está gestando ahora mismo en nosotros en la medida en que sabemos buscar la felicidad abiertos a Dios.
Conozco bien la tentación de vivir correctamente dentro de la Iglesia, sin preocuparnos de lo único que buscó Jesús: el reino de Dios y su justicia.
Por lo que podemos saber, Jesús nunca tuvo en su mente una estrategia concreta de carácterpolítico o religioso para ir construyendo el reino de Dios.
No hemos de confundir la cruz con cualquier desgracia, contrariedad o malestar que encontramos en la vida.
En las parroquias y comunidades hemos de recuperar la llamada de Jesús a abrir caminos al reino de Dios en la vida. Hemos de acoger a Dios no solo en la práctica de la religión, sino en el esfuerzo por humanizar la vida.
La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado del ser humano, sino a su sufrimiento.
Hemos de tener claro que evangelizar no es desarrollar una religión, sino anunciar y abrir caminos a ese Dios que quiere reinar en el mundo.
Es curioso observar cómo Jesús, que habla constantemente del "reino de Dios", no llama a Dios "rey", sino "padre".
Jesús invitaba a sus seguidores no simplemente a buscar a Dios, sino a buscar el reino de Dios y su justicia. Nosotros estamos habituados a buscar a Dios sin hablar de su justicia.
Jesús no sabe hablar sino desde la vida. Para sintonizar con él y captar su experiencia de Dios es necesarioamar la vida y sumergirse en ella, abrirse al mundo y escuchar la creación.
Las bienaventuranzas no hacen depender la felicidad de ningún suceso venturoso ni de acontecimientos agradables que nos puedan suceder.
Se trata de proponer sin imponer, despertar las conciencias sin buscar dominarlas, dar testimonio de un sentido sin esperar que será reconocido por todos, anunciar la fe cristiana en medio de múltiples mensajes.
En la espiritualidad cristiana hay demasiados cantos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia.
Hemos logrado adorar al Crucificado de manera que nos oculte a los crucificados de hoy.
El cristianismo se ha organizado como una religión de autoridad y no de llamada.
La maldad nace del corazón de cada individuo, pero constataban cómo toma luego cuerpo en la sociedad, las leyes y las costumbres, para terminar corrompiendo todo.
En el sufrimiento de Jesús se nos revela que lo redentor no es propiamente el sufrimiento como tal, sino el amor que puede vivir la persona que padece ese sufrimiento.
Las bienaventuranzas nos invitan a que nos abramos al amor gratuito y desinteresado hacia los que sufren. Siempre es camino hacia la verdadera felicidad.