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Y así dos orillas tu corazón y el mío, pues, aunque las separa la corriente de un río, por debajo del río se unen secretamente.
José Ángel Buesa
Tal vez nadie lo sepa... Como tal vez un día todos irán sabiendo lo que nadie sabía.
Ya no habrá días turbios... Ya no habrá noches malas si hay un amor secreto que nos presta sus alas.
Te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti.
Y si por algo es triste la lluvia que no llueve será porque es la lluvia condenada a ser nieve.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
Espero tu sonrisa y espero tu fragancia por encima de todo, del tiempo y la distancia.
Soñar es ver la vida de otro modo. Y es olvidar un poco lo que realmente es.
Y si en la noche hay algo queriendo amanecer es simplemente un hombre que besa a una mujer.
Cuando todos los astros se apaguen en el cielo, cuando todos los pájaros paralicen el vuelo cansados de esperarte, ese día lejano yo te estaré esperando todavía.
Pero, ¿cómo no amarla señor, si tú hiciste que fuera turbadora y fragante como la primavera?
Si me muriera sin poder olvidarte y después de la muerte se llega a alguna parte, preguntaré si hay sitio para mí junto a ti, y Dios seguramente responderá que sí.
Mi corazón es una playa triste, y tú eres una ola que viene y que se va.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera, y encontrarte cien veces, así como al azar... puedo verte con otro, sin suspirar siquiera, y no puedo olvidar.
El camino nace del caminante.
Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida, la estrofa que más vive, siempre es la mas vivida.
Bien saben los amantes que hay caricias que son no una simple caricia sino una posesión.
El amor... esa estrella de una sombra infinita aunque muera cien veces... cien veces resucita.
Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas en esa despedida, que, aunque el amor nos une, nos separa la vida.
Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible, como un sueño que nunca lograré realizar y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.
La vida será tuya si sabes que es ajena, que es igual ser montaña que ser grano de arena, pues la calma del justo vence el furor del bravo.
Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo.
Yo cometí el delito de inventarte una estrella, y fue tuyo el pecado de ofrecerme una rosa.
Son tan buenos amigos mi corazón y el viento.
Y los amantes saben, que sin querer siquiera hay un amor que crece como una enredadera.
Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas, sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Soy el amor que pasa... pero soy el amor.
Y así brota en el alma la rebelión de un sueño que es como un perro arisco que le gruñe a su dueño.
¡Un hijo! Tú sabes, tú sientes que es eso: ver nacer la vida del fondo de un beso por un inefable milagro de amor.
Y que un beso... uno solo puede más que el olvido si se juntan dos bocas en un beso prohibido.
No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas.
El mar sigue cantando cuando pierde una ola.
El amor florece tierra movediza, y es ley de la llama trocarse en cenizas.
Como las olas, tu recuerdo viene y se va.
Leyendo un libro, un día, de repente, hallé un ejemplo de melancolía: Un hombre que callaba y sonreía, muriéndose de sed junto a una fuente.
Esta calle triste, se alegra cuando pasas tú, mujer preferida entre todas.
Tal ves mires a otro, igual que a mí aquel día y yo aquí recordándote a la orilla del mar.
Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo, la noche entera es corta para soñar contigo y todo el día es poco para pensar en ti.
Otras me amaron más, y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella.