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Queremos garantizar la Paz en toda la república, para ello acabaremos con la subversión.
Jorge Rafael Videla
Nuestros servicios de Inteligencia tuvieron indicios importantes, no probados, del encuentro entre Massera y Firmenich, en París.
El uso indiscriminado de la violencia de uno y otro signo, sumió a los habitantes de la Nación en una atmósfera de inseguridad y de temor agobiante.
Las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder, que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el golpe; fue un error.
No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas.
La falta de capacidad de las instituciones condujo a una total parálisis del Estado, frente a un vacío de poder incapaz de dinamizarlo.
Las listas de subversivos fueron integradas por "líderes sociales", cuyos nombres fueron aportados por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Seguridad pero también por empresarios y ejecutivos, sindicalistas, funcionarios nacionales y provinciales, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles.
Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión.
Las instituciones de la república hoy avasalladas por este régimen kirchnerista encabezado por la presidenta Cristina y sus secuaces, que, medrando con la sangre de los otrora mal llamados jóvenes idealistas, continúan hundiendo a la patria en el abismo anacrónico del marxismo.
Por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido.
Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano.
Un terrorista no es sólo alguien con un revólver o una bomba, sino también aquel que propaga ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana.
Los enemigos de ayer están en el poder y desde él intentan establecer un régimen marxista, a la manera de Gramsci, que puede estar satisfecho de sus alumnos.
La guerra, por su naturaleza, es un fenómeno cruel. Una guerra interna entre hermanos, doblemente cruel.
Nuestro objetivo era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario.
De perpetuarse el gobierno actual en el poder, ya sea merced a una reforma constitucional o por la fuerza, en la estólida senda de trocar nuestro sistema representativo, republicano y federal por un fracasado comunismo a la cubana, nuevamente serán las Fuerzas Armadas y de seguridad las que lo impedirán por imperio de lo normado en la Constitución argentina.
La Argentina es un país occidental y cristiano, no porque está escrito así en el aeropuerto de Ezeiza; la Argentina es occidental y cristiano porque viene de su historia.
Por el solo hecho de pensar distinto dentro de nuestro estilo de vida nadie es privado de su libertad, pero consideramos que es un delito grave atentar contra el estilo de vida occidental y cristiano queriéndolo cambiar por otro que nos es ajeno.
Quiero recordarles a mis camaradas, principalmente a los más jóvenes, que hoy promedian las edades de 58 a 68 años, que aún están en aptitud física de combatir, que en caso de continuar sosteniéndose este injusto encarcelamiento y denotación de los valores básicos ameriten el deber de armarse nuevamente en defensa de las instituciones básicas de la República.
Mi conducta al respecto, ha sido la de mantener un prudente silencio, como contribución a la concordia entre mis conciudadanos.
El país transita por una de las etapas más difíciles de su historia. Colocado al borde de la disgregación, la intervención de las Fuerzas Armadas ha constituido la única alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, la corrupción y la complacencia.
A veces las sociedades deben enfrentar precios a pagar en función y en virtud de objetivos superiores. En este caso yo le puedo decir que esta guerra, dentro del marco de crueldad que la caracterizó, fue el precio que lamentablemente la Nación Argentina hubo de pagar para seguir siendo la República.
Las Fuerzas Armadas hicieron llegar, en repetidas oportunidades, serenas advertencias sobre los peligros que importaban tanto las omisiones como las medidas sin sentido. Su voz no fue escuchada. Ninguna medida de fondo se adoptó en consecuencia. Ante esta drástica situación, las Fuerzas Armadas asumieron el gobierno de la Nación.
Los empresarios se lavaron las manos. Nos dijeron: Hagan lo que tengan que hacer, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron: Se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!
El Partido Comunista me apoyaba como moderado.