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No sé si la instrucción puede salvarnos, pero no sé de nada mejor.
Jorge Luis Borges
El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto.
Las mujeres me han hecho desdichado. Pero la felicidad que he obtenido compensa toda la desdicha. Es mejor ser feliz y desdichado que no ser ninguna de las dos cosas.
Como ser humano soy una especie de antología de contradicciones, de gaffes, de errores, pero tengo sentido ético. Esto no quiere decir que yo obre mejor que otros, sino simplemente que trato de obrar bien y no espero castigo ni recompensa. Que soy, digamos, insignificante, es decir, indigno de dos cosas; el cielo y el infierno me quedan muy grandes.
Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia.
Yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca.
La muerte es una vida vivida y la vida es una muerte que viene.
Yo, a diferencia de otros escritores, no me jacto de lo que escribo sino de lo que leo.
Para el argentino, la amistad es una pasión y la policía una mafia.
Lo que más admiro en los demás es la ironía, la capacidad de verse de lejos y no tomarse en serio. Después, el valor y la humildad, siempre que no sea ostentosa.
Siempre he sentido que hay algo en Buenos Aires que me gusta. Me gusta tanto que no me gusta que le guste a otras personas. Es un amor así, celoso.
Para ver una cosa hay que comprenderla. Si viéramos realmente el universo, tal vez lo comprenderíamos.
El ajedrez es uno de los medios que tenemos para salvar la cultura, como el latín, el estudio de las humanidades, la lectura de los clásicos, las leyes de la versificación, la ética.
Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.
Lo que decimos pocas veces se parece a nosotros.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires, la juzgo tan eterna como el agua y como el aire.
Dólares: Son esos imprudentes billetes americanos que tienen diverso valor y el mismo tamaño.
Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.
Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.
Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real.
Quizá porque ya no veo la felicidad como algo inalcanzable, ahora sé que la felicidad puede ocurrir en cualquier momento y que no se debe perseguir.
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
El ajedrez es hoy reemplazado por el fútbol, el boxeo o el tenis, que son juegos de insensatos, no de intelectuales.
La guerra, como la mujer, sirve para probar a los hombres.
Recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres.
Yo he querido hacer lo mismo en muchos cuentos y he sido admirado por ese hallazgo, que es el hallazgo de Dante en la Edad Media, el de presentar un momento como cifra de una vida.
... descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística.
¡No se preocupe!, yo también soy ciego.
Cuando nuestras ideas chocan con la realidad, lo que tiene que ser revisado son las ideas.
Yo siempre seré el futuro Nóbel. Debe ser una tradición escandinava.
Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo.
Es supersticiosa y vana la costumbre de buscar sentido en los libros, equiparable a buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de las manos.
Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo; hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos.
Las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia.
Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinan todo lo demás, en número infinito, a premiarlo o castigarlo.
Si de algo soy rico es de perplejidades y no de certezas.
La duda es uno de los nombres de la inteligencia.
Conozco las costumbres y las almas y ese dialecto de alusiones que se urde en todo agrupamiento humano.
Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible.
¿Es un imperio esa luz que se apaga o una luciérnaga?