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Cuando los trabajadores sean en realidad una organización de clase, podrán influir decisivamente en la vida nacional.
Jorge Eliécer Gaitán
Dolorosamente sabemos que en este país el gobierno tiene la metralla homicida para los hijos de la patria y la temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano.
Nos hallamos apenas en el período inicial de toda revolución: la emoción. Por eso no somos revolucionarios sino simplemente rebeldes, es decir inconformes.
Nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los mutuos derechos.
Cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos.
Hay que procurar que los ricos sean menos ricos y los pobres sean menos pobres.
Yo no soy un hombre soy un pueblo, y el pueblo es mayor que sus dirigentes.
Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí y la oligarquía no me mata, porque sabe que si lo hace el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal.
Un principio que debería ser la base fundamental de las auténticas democracias: el que no trabaja no come, que es opuesto a la simulación de la democracia en donde el que menos trabaja es el que más come.
... nos sentimos muy orgullosos de esta vieja raza indígena!, ¡y odiamos a la oligarquía que nos ignora!
El que sentencia una causa sin oír la parte opuesta, aunque sentencie lo justo es injusta esa sentencia.
Jamás de los jamases sobre nuestro suelo sagrado ha de pisar insolente la planta invasora porque nuestro orgullo lo impide porque las naves del invasor para llegar a la presa de sus designios tendrán que navegar sobre la púrpura encendida de nuestra sangre joven.
Parece que a este nuestro pueblo, al igual del personaje de Poe, lo ha invadido la irremediable cobardía de no abrir los ojos, no tanto por esquivar la visión de horribles cosas cuanto por el fundado temor de no ver nada.
El pueblo es superior a sus dirigentes.
Por la restauración moral de la república, pueblo: ¡a la carga!
La Constitución del 86 ha hecho de Colombia algo peor que un coloniaje y peor que una monarquía. Cercano está el momento en que veremos al pueblo barriendo con este engendro cavernario.
Esta avalancha humana: libra una batalla, librará una batalla; vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora.
Antes que la vida miserable y perecedera están el dolor, la justicia y el ideal.
Yo confío en la multitud. Hoy, mañana y pasado, esa multitud que sufre el suplicio, que lo sufre en silencio, sabrá desperezarse y para ese día, ¡oh bellacos!, será el crujir de dientes.