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Sólo queremos que la gente se avergüence más de tener hijos. Como se avergüenza de fumar. Como se avergüenza de la obesidad.
Jonathan Franzen
El aval de sofisticación adulta que garantizaba el derecho a comportarse como niños.
Mientras que para amar a una persona concreta, e identificarse con sus esfuerzos y alegrías como si fueran propios, uno tiene que renunciar a una parte de sí.
Y tal vez la locura fuera precisamente eso: una válvula de emergencia para liberar la presión de la ansiedad insoportable.
El mensaje, en cada caso, es que, si quieres a alguien, tienes que comprar.
La definición de salud mental es estar capacitado para tomar parte en la economía de consumo. Cuando inviertes en terapia, inviertes en el hecho de comprar.
Había llegado a la conclusión de que el significado de la vida estaba en su forma. No había respuesta posible a la pregunta de por qué había nacido, sólo podía tomar lo que se le había dado y esforzarse por llevarlo a buen fin.
Discutir era como vomitar. Cuantos más años llevaba sin hacerlo, más aterradora se volvía la perspectiva.
La estupidez se creía inteligente, mientras que la inteligencia conocía bien su estupidez.
La intimidad, para mí, no consiste en mantener mi vida oculta a los demás, sino en ahorrarme la intrusión de las vidas privadas de los otros.
Y ¿no es extraño que el gran acontecimiento, el cambio radical en tu vida, consista en una especie de revelación interior? No se produce absolutamente ningún otro cambio, salvo que empiezas a ver las cosas de otro modo y tienes menos miedo y estás menos angustiada y te sientes más fuerte, como consecuencia.
Todos los días disponía de la jornada entera para concebir una manera aceptable y satisfactoria de vivir, y sin embargo lo único que parecía sacar de todas sus opciones y toda su libertad era más desdicha.
Los padres estamos programados para desear lo mejor para los hijos, al margen de lo que recibamos a cambio. En eso consiste teóricamente el amor, ¿no?
La vida en general es, o debería ser, sólo un acto universal de soledad.
Pero su vida entera estaba estructurada como corrección o enmienda de la vida de su padre.
Los sutiles signos de que Denise estaba ejerciendo la facultad de la paciencia -los suspiros algo más profundos de lo normal, el modo de depositar el tenedor en el plato, sin hacer ruido, y beber a continuación un sorbo de vino y volver a poner el vaso en la mesa- le resultaban a Enid más dolorosos que cualquier explosión violenta.
Que una persona no dé buen uso a su vida no significa que su vida deje de transcurrir. De hecho, su vida transcurre aún más deprisa.
Cuando te quedas en tu habitación y te encolerizas o adoptas una actitud de desdén o te encoges de hombros, como hice muchos años, el mundo y sus problemas te intimidan de manera extraordinaria.