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Sentimos la íntima proximidad de lo que estaba perdido en las brumas del tiempo o disperso en un catálogo de anécdotas inconexas y falseadas. Se vuelven vivas y reales las hazañas de Tupac Amaru, las esperanzas de tantos alzamientos de indios, negros, mulatos y zaparrastrosos que oligarquías crueles y rapaces ahogaron en sangre...
John William Cooke
Las masas latinoamericanas no pueden hacer causa común con los verdugos, porque ellas también están en la lista de las víctimas.
Ese es el mal de nuestra gente. No se hace política de ideas y conducta, sino política de personas.
Un gobierno no cae porque sea malo simplemente, sino porque hay condiciones que se dan y fuerza organizada para aprovecharlas.
¿Antiimperialistas sin pasión? Semejante cosa no existe. Si se comprende el problema, entonces se lo siente, se desea combatir y el alma se llena de furia, de odio.
El nacionalismo sólo es posible como una política antiimperialista consecuente.
En un país colonial las oligarquías son las dueñas de los diccionarios.
Si bien debe existir una coordinación entre la lucha armada y las diversas formas de lucha política, la planificación global y la conducción estratégica de todas las formas de lucha deben estar en manos de la dirección combatiente.
La oligarquía se inventa un enemigo comunista para aplastarnos a nosotros, que somos el enemigo real.
El peronismo es el hecho maldito del país burgués.
Una revolución requiere partido revolucionario, jefes revolucionarios y mito revolucionario, por un lado, y la ocasión, por el otro.
La teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística manejan unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas. No les llega como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, sino por un proceso de su propia conciencia hacia la comprensión del mundo que han de transforma.
La unidad exige un claro propósito y una estrategia común variada en su aplicación pero no aguada por malabarismos palabreros. Es, a nuestro juicio, lo mínimo que podemos ofrecer a los pueblos de América Latina.
El peronismo es más que un partido. No lo disuelven por decreto ni lo amansan por intimidación. No llamamos a ninguna aventura desesperada. Llamamos a la lucha, que comienza por esclarecer las conciencias, proclama las verdades y hablar por los que callan cuando debería orientar a la masa.
La masa no será detenida con consignas sino con la satisfacción de las necesidades.
No hay política nacionalista sino bajo la conducción de la clase trabajadora, que movilice la voluntad nacional tras la empresa revolucionaria de cambiar el orden social existente y asegurar sus bases mediante el desarrollo independiente, hasta desplazar del poder a las clases dominantes, la toma del poder por los trabajadores y la construcción nueva.
Los pactos políticos entre fracciones adversas son siempre de mala fe, aunque sean convenientes.
Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encausada en un movimiento de liberación, adquiere la eficacia necesaria para luchar con éxito.
Lo que hace falta es una definición donde Ud. Le diga a todo el movimiento, sintéticamente, que somos revolucionarios en el exacto significado: liberación nacional y revolución social.
Cuando culmine el proceso revolucionario argentino, se iluminará el aporte de cada episodio y ningún esfuerzo será en vano, ningún sacrificio estéril, y el éxito final redimirá de todas las frustraciones.
Y, como sucede con todos los hechiceros de la tribu, cuando sus poderes sobrenaturales son cuestionados, es cuestión de días. Los tigres no los aleja el mago de la tribu; hay que ir a cazarlos con arcos y flechas. Entonces, ¿para qué mantener al brujo?
Toda revolución es el final de un proceso, y hasta que se cumpla ese proceso, solamente se anotan parciales.
El único nacionalismo autentico es el que busque liberarnos de la servidumbre real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo.
El mundo occidental y cristiano no es una cruzada de ideas sino una realidad económica, política e histórica.
Somos revolucionarios en el exacto significado: liberación nacional y revolución social.
Los partidos políticos tradicionales no forman parte del Frente de Liberación por la sencilla razón de que están en la trinchera enemiga. No desean terminar con la opresión sino cambiar la mentalidad de los oprimidos.
Exponiendo mis ideas a medida que redacto, esta carta tiene (como advierto al releerla) un tono pasional; es lo único posible. ¿Antiimperialistas sin pasión? Semejante cosa no existe. Si se comprende el problema, entonces se lo siente, se desea combatir y el alma se llena de furia, de odio.
Como toda organización política, estamos luchando por el poder; como toda organización revolucionaria, necesitamos todo el poder para desde allí realizar nuestro programa.