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Para descubrir la verdad en mí mismo, debo dejar de insistir en que ya la conozco.
John Verdon
Una de las mayores ironías de la naturaleza humana: cuanto más nos desorientan nuestras pasiones, más seguros estamos de ver las cosas con claridad.
En la vida no hay nada que importe, salvo el amor. Nada más que el amor.
Pocos comportamientos ajenos nos resultan más irritantes que aquellos que muestran nuestros propios defectos de modo poco favorable.
El sol se pone y nos vamos a dormir. El sol se levanta y nos despertamos. Nos despertamos y, de forma muy fugaz, ciegamente, disfrutamos de la fantasía de empezar de nuevo. Luego, sin falta, la realidad reafirma su presencia.
La rabia es como una boya en la superficie del agua. Lo que crees que te enfada es solo la punta del problema. Has de seguir la cadena hasta abajo para ver a qué está enganchada, qué la mantiene en su lugar.
Pasamos por alto las pruebas reales. Ese es el problema. Así es como funciona nuestra mente. Las historias nos encantan. Necesitamos creerlas. ¿Y sabes qué? La necesidad de creerlas puede ser nuestra perdición.
¿Cuántos ángeles brillantes bailan sobre un alfiler? ¿Cuántos anhelos se ahogan por el hecho de beber? ¿Has pensado alguna vez que el vaso era un gatillo y que un día te dirás: Dios mío, cómo he podido?
Lo que somos capaces de imaginar es siempre peor que aquello que la realidad sitúa ante nosotros.
Si toda la energía que dedican a cubrirse las espaldas y a chorradas burocráticas la dedicaran a ayudar a la gente, el mundo podría cambiar en menos de una semana.
La culpa es un doloroso deseo de armonía, una necesidad de compensar por una infracción propia, de restablecer el equilibrio, la coherencia.
Ilusiones. El calmante universal.
todos los habitantes de la Tierra de una latitud ven las mismas estrellas en el cielo. Y, sin embargo, no hay dos culturas que vean las mismas constelaciones. Él había visto pruebas de aquel fenómeno una y otra vez: las pautas que percibimos vienen determinadas por las historias que deseamos creer.
Las historias que cuenta la gente sobre sí misma parecen retener la posibilidad de ser falsas. En cambio, lo que descubrimos por nosotros mismos nos parece la verdad. Así que lo que estoy diciendo es esto: dejemos que nuestro objetivo crea que está descubriendo algo sobre nosotros.
Cada vez que estés inquieto, trata de identificar el temor que está debajo de la inquietud. La raíz es siempre el miedo. A menos que lo afrontemos, tendemos a actuar mal.
El propósito de una vida es acercarnos lo más que podamos a otras personas.
La acción es el mejor antídoto para la ansiedad y que la información es el único remedio para combatir la incertidumbre.
¿de verdad existen los elementos accidentales? ¿Acaso no somos nosotros mismos quienes nos situamos, de una manera innegable, en las posiciones en las cuales nos encontramos? ¿Acaso nuestras elecciones y prioridades no influyen de manera decisiva?
El peor dolor en nuestras vidas procede de los errores que nos negamos a reconocer: cosas que hemos hecho que están tan en desarmonía con quienes somos que no podemos contemplarlas. Nos convertimos en dos personas en una sola piel, dos personas que no se soportan. El mentiroso y la persona que desprecia a los mentirosos.
¿Crees en el destino? Yo sí, porque pensaba que no volvería a verte y, de repente, un día, allí estaba. Todo volvió: cómo sonaba, cómo se movía, y más que ninguna otra cosa, cómo pensaba.
No creemos lo que pensamos porque vemos lo que vemos, sino que vemos lo que vemos porque pensamos lo que pensamos.
Cuando el producto de la propia mente es el sujeto, la objetividad es una ilusión. Todos creemos que tenemos una mente abierta, pero en realidad nadie la tiene. En tales circunstancias, que alguien haga de abogado del diablo es vital.
La única forma en que alguien puede juzgar el apego a algo es por el nivel de dolor que causa su pérdida.
Ningún hombre es garante fiable de su propia cordura.
La mente es una masa de contradicciones y conflictos. Mentimos para conseguir que otros confíen en nosotros. Escondemos nuestro verdadero ser en una persecución de la intimidad. Perseguimos la felicidad de formas que nos alejan de ella. Cuando nos equivocamos, luchamos a brazo partido por demostrar que tenemos razón.
Las opciones de blanco o negro no son realistas y conducen a decisiones pésimas, porque por definición excluyen muchas soluciones.
Los peligros que nos generan el máximo terror no son aquellos que se han expresado, sino los que configura nuestra imaginación. No son las largas diatribas de un hombre airado lo que nos hiela la sangre en las venas, sino la amenaza de una voz plácida.
Por eso el dolor dura, porque nos negamos a mirar su fuente.
A la gente le encanta el blanco o negro. El gris le da dolor de cabeza. Los matices le provocan náuseas.
Las huellas en la nieve son las mejores de todas. La nieve comprimida puede capturar detalles demasiado finos para ser percibidos a simple vista. Nunca mate a nadie en la nieve. Lo recordaré -dijo Kline-. Lamento otra vez interrumpir, detective. Por favor, continúe.
El tiempo dedicado solo a mirar, escuchar y absorber tiene un valor tremendo.