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La belleza, cuanto menos vestida, mejor vestida está.
John Fletcher
¡De ahí, todos vuestros vanos deleites, tan cortos como lo son las noches donde pasáis vuestra insensatez! No hay nada dulce en esta vida sino la melancolía ¡Ah, la más preciada melancolía!
Bebe hoy, y ahoga a toda pena; Tal vez mañana no puedas.
La mayor maldición bajo la cual puede penar un hombre es la de la violenta seducción de los ojos de una mujer.
El amor puede hacer ladrar en verso a un perro.
Tus vestidos son toda el alma que tienes.
De todos los caminos que llevan al amor de una mujer la Pena es el más directo.
Aquella alma que pueda ser sincera es la del hombre perfecto.
En la maldad humana hay un orden: crece gradualmente.
Las lágrimas de la mujer hablan silenciosamente.
Y aquel que irá a la cama, sobrio lo hará Con la hoja de octubre cae.
El pecado, en si mismo, es excusable; lo criminal es ser cogido en él.
Toda clase de estratagemas son lícitas, lo mismo en materia de amor, que en la guerra más encarnizada.
No llores más, ni suspires, ni gimas, La pena no tiene tiempo que no vuelva; Las violetas que han cogido la lluvia más dulce no las hace ni frescas ni de nuevo crecer.
¡Ah mujer, perfecta mujer! ¡Qué distracción aludió a la humanidad cuando fuiste hecha un demonio!
De todos los caminos que conducen hacia el amor de la mujer, el más recto es el de la piedad.
No hay broma con herramientas de borde.
El sueño no es más que una muerte breve; y la muerte, un sueño más prolongado.
Tres chicos alegres, y tres chicos alegres, Y tres chicos alegres somos nosotros. Como siempre cantábamos en una cuerda Bajo las tres horcas.
Del mismo modo que después de la comida los hombres deben andar una milla, las mujeres deben hablar una hora. Éste es su ejercicio.
El lenguaje del amor está en los ojos.
El que vive retirado dentro de su mente y de su espíritu, está todavía en el Paraíso.
Conozcamos y hagamos o muramos.
Nuestros actos son nuestros ángeles, buenos o malos; sombras fatales que caminan silenciosas a nuestro lado.
El hombre es su propia estrella, y el alma que pueda hacer a un hombre honesto y perfecto, ordena a toda luz, a toda influencia, a todo destino. Nada cae temprano o demasiado tarde para él. Nuestros actos son nuestros ángeles, o buenos o malos, Nuestras fatales sombras que caminan con nosotros a toda hora.
El hombre que dice consideremos, es enemigo nuestro.