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La venganza denota un alma baja que no sabe ni es capaz de disimular el más mínimo agravio.
Joaquín Fernández de Lizardi
¿A quién no le gustan sus hijos por feos que sean?
El miserable trae en su misma miseria una carta de recomendación de Dios para sus semjantes.
¡Tanto puede en nosotros la violencia y excesiva excitación de las pasiones, sean las que fueren, que nos engaña y nos saca fuera de nosotros mismos como febricitantes o dementes!
Las lágrimas de una mujer hermosa y amada son armas eficacísimas para vencer al hombre más circunspecto.
El hombre que se complace en afligir a otro su semejante no puede menos que tener un alma ruín y un corazón protervo.
La mayor maravilla de la Naturaleza que te sorprenda, la hizo el Creador con un acto simple de su suprema voluntad.
¡Oh, si siempre los hijos siguieran constantemente los buenos ejemplos de sus padres!
Comúnmente cuando alguno está muy pobre, dicen que está haciendo versos. Parece que esta voces poeta y pobre son sinónimas, o que el tener la habilidad de poetizar es un anatema para perecer.
Es una cosa que escandaliza a la naturaleza que una madreracional haga lo que no hace una burra, una gata, una perra, ni ninguna hembra animal y destituida de razón.
Las mujeres saben muy bien aprovecharse de esta loca pasión, y tratan de dominar a semejantes maridos de mantequilla.
Es gana, hijo; los pobres no debemos ser escritores, ni emprender ninguna tarea que cueste dinero.
Muy bueno y muy justo es que los hombres amen a sus mujeres y que les den gusto en todo cuanto no se oponga a la razón; pero no que las contemplen tanto que, por no disgustarlas, atropellen con la justicia, exponiéndose ellos y exponiendo a sus hijos a recoger los frutos de su imprudente cariño.
El azote, hijo mío, se inventó para castigar afrentando al racional y para avivar la pereza del bruto que carece de razón; pero no para el niño decente y de vergüenza que sabe lo que le importa hacer y lo que nunca debe ejecutar, no amedrentado por el rigor del castigo, sino obligado por la persuasión de la doctrina y el convencimiento de su propio interés.
Sólo el ser viejo ya es un motivo que debe ejercitar nuestro respeto. Las canas revisten a sus dueños de cierta autoridad sobre los mozos.
No hay remedio; saber callar es un principio de aprender, y el silencio es una buena tapadera de la poca instrucción.
Aquí yace El Pensador Mexicano quien hizo lo que pudo por su patria.
Señores, es un torpeza pretender que en nosotros se corrija un vicio que ha crecido con la edad. Lo seguro es instruir a nuestra juventud en el modo de andar derechos, para que enmendando ellos este despilfarro enseñen después a sus hijos y se logre desterrar para siempre de nuestra posteridad este maldito modo de andar.
No sé que tiene un buen exterior que se respeta hasta en los muchachos.
Es la mayor simpleza de muchos padres pretender tener a pura fuerza un hijo letrado o eclesiástico, aun cuando no sea de su vocación tal carrera ni tenga talento a propósito para las letras; causa funesta, cuyos perniciosos efectos se lloran diariamente en tantos abogados firmones, médicos asesinos y eclesiásticos ignorantes y relajados como advertimos.
¡Qué instable es la fortuna en esta vida! Apenas nos muestra un día su rostro favorable para mirarnos con ceño muchos meses.
La prudencia consiste en poner medio entre los extremos.
Al sastre y aun al zapatero, lo estimarán más en todas partes, que no al hidalgo tuno, ocioso, trapiento y petardista.
¡Qué ciego es el amor propio!