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El hombre es el único sujeto de la historia, tanto de su historia propia como de la historia del mundo.
Jean Ziegler
Vivo en el país más rico del mundo, cuya única materia prima es el dinero de los demás.
La ecuación es sencilla: quien tiene dinero, come y vive; quien no lo tiene, se queda inválido o muere.
Toda resistencia a la privatización del mundo es anatematizada. Quienquiera que ponga en peligro la riqueza excepcional de los ricos se coloca ipso facto fuera del mundo civilizado. La ideología neoliberal colma de tranquilidad a los más pudientes.
La individualidad civil no es otra cosa sino esa aventura en la que el ser afirma de forma plena su singularidad sin olvidar para nada sus subordinaciones para con el mundo.
Vivimos en un orden caníbal del mundo, en el que cada niño que muere de hambre, muere asesinado. Debería constituirse un nuevo tribunal de Nuremberg para juzgar por crímenes contra la Humanidad a los que especulan en Bolsa a nivel mundial con el precio de los alimentos, y a los banqueros responsables del crash financiero.
Así, las 255 fortunas privadas más importantes del mundo suman, en conjunto, un billón de dólares, que equivale a la renta anual acumulada de los 2.500 millones de personas más pobres del planeta, es decir, el 40% de la población mundial.
Se produce entonces una regresión: el gladiador se convierte en la figura emblemática del modelo social dominante. El fuerte tiene la razón, el débil está equivocado.
Ningún gobierno de ningún país endeudado del Tercer Mundo tiene la menor posibilidad de imponer al FMI una política soberana, orientada a la satisfacción de las necesidades de su propia población.
Quien muere de hambre es víctima de un asesinato.