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¡Ay, amor! Cuando tú te has adueñado de nosotros, muy bien podemos decir: Adiós, prudencia.
Jean de La Fontaine
La gracia, más bella aún que la belleza.
Hay que beneficiar tanto como se pueda a todo el mundo: a menudo podemos necesitar de entre nosotros al más inferior.
No hay mejor amigo ni padre que uno mismo.
Cosa dulce es un amigo verdadero; bucea en el fondo de nuestro corazón inquiriendo nuestras necesidades. Nos ahorra el tener que descubrirlas por nosotros mismos.
La imaginación tiene sobre nosotros mucho más imperio que la realidad.
Cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil.
No hay nada más peligroso que un amigo ignorante: más ventajoso sería un enemigo inteligente.
Todo adulador vive a expensas de quien le escucha.
La mayor desgracia es merecer la desgracia.
El hambre, la ocasión, la hierba fresca y, tal vez, algún demonio que me pudo empujar...
Muchas veces tenemos necesidad de alguien de menos valer que nosotros.
Nada más peligroso que un ignorante amigo; mejor sería un sabio enemigo.
Si se diese crédito a sus palabras, todos eran unos santitos.
La ausencia es un remedio contra el odio como una protección contra el amor.
Si algún asunto te interesa, no lo confíes a un procurador.
El trabajo es el único capital no sujeto a quiebras.
La fortuna vende lo que creemos otorga liberalmente.
La amistad, como la sombra verpertina, se ensancha en el ocaso de la vida.
Todo periodista es tributario del maligno.
Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda.