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Cuando no se trata más que de dar consejo, toda la corte bulle; cuando es preciso obrar, no hay nadie con quien se pueda contar.
Jean de La Fontaine
Dejad que los necios hablen; la inteligencia tiene su valor.
Ningún camino de flores conduce a la gloria.
La infancia es despiadada.
Lo bello nos atrae, despreciamos lo útil; y lo bello muchas veces nos pierde.
Cada uno vuelve a caer cada vez en su falta habitual.
En la frente de aquellos que se hallan rodeados de un lujo insensato, puede leerse que la fortuna vende lo que creemos que otorga libremente.
Estómago hambriento no tiene oídos.
La razón del más fuerte es siempre la mejor.
La desdicha es el vínculo más estrecho de los corazones.
La sabiduría es un tesoro que nunca causa entorpecimientos.
No se debe decir no sin excusa poderosa; es palabra irrespetuosa que siempre desagrada.
Sobre las alas del tiempo la tristeza escapa.
Habilidad, fuerza, astucia, engaño, todo está permitido en materia de amor.
Ser desgraciado equivale a ser inocente.
La avaricia lo pierde todo por quererlo todo.
Frecuentemente tenemos necesidad de valernos de gentes inferiores a nosotros.
En toda cosa hay que considerar el fin.
Engañar al que engaña es doblemente entretenido.
En todas las épocas los pequeños han tenido que expiar por la tontería de los grandes.
Pregunto a los poseídos de la pasión de acumular, de qué ventajas disfrutan que nosotros no tengamos.
De nada sirve el correr, lo importante es el partir a tiempo.
El dolor es siempre menos fuerte que la queja.
Cuando llegue el momento de ir a reunirme con los muertos, a una vida exenta de cuidados sucederá una muerte sin remordimientos.
Nadie tiene dominio sobre el amor, pero el amor domina todas las cosas.
Avergonzado como un zorro capturado por una gallina.
No hay nada más peligroso que un amigo indiscreto; es a veces preferible un enemigo prudente.
Una hermosa deshaciéndose en lágrimas es doblemente hermosa.
Nos lo perdonamos todo a nosotros mismos, nada perdonamos a los demás.
Las personas que hacen poco ruido son peligrosas.
Cada cual tiene su vicio propio, en el que continuamente recae.
No vivimos nunca: esperamos la vida.
No puedo atacar los vicios, con brazos dignos de Hércules, y por eso me empeño en ponerlos en ridículo.
La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia.
A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.
Siempre se ha visto ¡ay! que los humildes han sufrido las consecuencias de las necedades de los grandes.
Demasiados expedientes pueden echar a perder un negocio.
El pueblo se asombro de que un hombre solo pudiera tener más sentido común que una muchedumbre de gentes.
Por su obra se conoce al artesano.
Los descontentadizos son desgraciados: nada les satisface.