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Os llevaréis muy bien. Vuestros caracteres son muy parecidos. Sois tan complacientes el uno con el otro que nunca resolveréis nada, tan confiados que os engañará cualquier criado, y tan generosos que siempre gastaréis más de lo que tengáis.
Jane Austen
Si se conforma con lamentar mi pérdida cuando podía haber obtenido mi amor y mi mano, yo también dejaré pronto de lamentar el perderle a él.
El entusiasmo del amor femenino supera aún al de los biógrafos.
Las tonterías dejan de serlo cuando son realizadas de forma atrevida por gente con sensibilidad.
El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse.
Un hábito muy feo en una persona joven el estar siempre recostada en un sofá.
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.
La vanidad es un defecto. Pero el orgullo, en caso de personas de inteligencia superior, creo que es válido.
La felicidad en el matrimonio depende enteramente de la suerte.
¿cuál fue el primer momento en el que te gusté? - No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras que pusieron los cimientos de mi amor. Hace bastante tiempo. Estaba ya medio enamorado de ti antes de saber que te quería.
El estar bien informado nos impide alimentar la vanidad ajena, lo cual el buen sentido aconseja evitar.
El peor mal de un carácter indeciso y débil es que jamás se puede contar con él enteramente.
No hay que desesperar de lograr aquello que deseamos, pues la asiduidad, si es constante, consigue el fin que se propone.
Su padre se paseaba por la estancia y parecía muy serio e inquieto. - Elizabeth -le dijo-, ¿qué vas a hacer? ¿Estás en tu sano juicio al aceptar a ese hombre? ¿No habíamos quedado en que le odiabas?
Si alguna de las facultades de nuestra naturaleza puede considerarse más maravillosa que las restantes, yo creo que es la memoria.
No quiero que la gente sea agradable, así me ahorra el problema de cogerles cariño.
Sin querer obrar mal o hacer sufrir a los demás, se pueden cometer errores y hacer mucho daño. De eso se encargan la inconsciencia, la falta de atención a los sentimientos de otras personas y la falta de decisión.
La imaginación de una mujer es excesivamente rápida. En un momento salta de la admiración al amor y del amor al matrimonio.
Fingir candor es algo bastante corriente, se ve en todas partes.
La mitad del mundo es incapaz de entender las diversiones de la otra mitad.
Estaba convencida de que habría podido ser feliz con él, cuando era probable que no se volvieran a ver.
¡La memoria es a veces tan fiel, tan servicial, tan obediente y, otras, tan veleidosa, tan flaca... y otras aún, tan tiránica e ingobernable! Somos, indudablemente, un milagro en todos los aspectos; pero nuestra facultad de recordar y de olvidar me parece algo particularmente insondable.
No me importa caminar. No hay distancias cuando se tiene un motivo.
Cuando el dolor ha pasado, muchas veces su recuerdo produce placer. Uno no ama menos un lugar por haber sufrido en él, a menos que todo allí no fuera más que sufrimiento.
Una mujer prometida resulta siempre más agradable que una sin compromiso. Ya está satisfecha de sí misma. Para ella no existen más preocupaciones, y sabe que puede ejercer todo su poder de atracción sin despertar sospechas. Con una mujer prometida todo está a salvo; no hay daño posible.
Recordar y de olvidar me parece algo particularmente insondable.
A menudo lo que nos engaña es únicamente nuestra propia vanidad.
Eran dos extraños. No; peor que extraños, porque jamás podrían llegar a conocerse. Era un exilio perpetuo.
Era gratitud; gratitud no sólo por haberla amado, sino por amarla todavía lo bastante para olvidar toda la petulancia.
Pues sí, me gusta -replicó Elizabeth con lágrimas en los ojos-; le amo. Además no tiene ningún orgullo. Es lo más amable del mundo. Tú no le conoces. Por eso te suplico que no me hagas daño hablándome de él de esa forma.
Es natural que un hombre atractivo, con familia, fortuna y todo a su favor tenga un alto concepto de sí mismo. Por decirlo de algún modo, tiene derecho a ser orgulloso.
Si Elizabeth hubiese sido capaz de mirarle a los ojos, habría visto cuán bien se reflejaba en ellos la delicia que inundaba su corazón; pero podía escucharle, y los sentimientos que Darcy le confesaba y que le demostraban la importancia que ella tenía para él, hacían su cariño cada vez más valioso.
Mis buenas cualidades te pertenecen ahora, y puedes exagerarlas cuanto se te antoje.