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El orgullo y la debilidad son hermanos gemelos.
James Russell Lowell
Lo mejor es conservar la alegría el mayor tiempo posible.
La mayoría de los hombres hacen el viaje de la vida como si fueran portadores de unas órdenes secretas y selladas de las que no pudieran enterarse hasta que se hallaren en medio del océano.
La democracia da a cada uno el derecho deser su propio opresor.
Firme es la empresa que tiene tras sí no ya una multitud, sino un hombre fuerte.
Es inútil pretender conjurar con discusiones lo inevitable. El único argumento apropósito contra el viento del Norte es echarse el abrigo encima.
Antes de que el hombre nos hiciese ciudadanos, la gran naturaleza nos hizo hombres.
Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo.
Educar la inteligencia es ampliar el horizonte de sus deseos y necesidades.
Nada complace más al diablo que la intolerancia de los reformadores.
Una espina de experiencia vale más que un bosque de advertencias.
El compromiso hace un buen paraguas, pero un mal techo. Es una solución temporal, adecuada a menudo en la política de partido, pero casi de seguro inadecuada en la política de Estado.
Los humanos no saben lo que poseen en la Tierra. Será porque la mayoría no ha tenido ocasión de abandonarla y regresar después a ella.
Hay dos clases de debilidad: la que se quiebra y la que se pliega.
Más vale un abrojo de experiencia que toda una selva de advertencias.
Es privilegio del genio el que la vida no sea para él, como lo es para el resto de los hombres, un lugar común.
Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra.
Las desgracias más temidas son, de ordinario, las que no llegan jamás.
La democracia otorga a cada uno de los hombres el derecho a ser el opresor de sí mismo.
La vulgaridad es el octavo pecado... y aún peor que todos los demás juntos, pues pone en peligro tu salvación en este mundo.
¡Sé noble!. Y la nobleza que yace dormida, no muerta, en otros hombres, se levantará majestuosamente para salir al encuentro de la tuya.
En general, quienes no tienen nada que decir invierten el mayor tiempo posible en no decir nada.
La soledad es tan necesaria a la imaginación, como la sociedad es saludable para la educación del carácter.
Cualquier persona entiende instintivamente que todos los más bellos sentimientos del mundo pesan menos que un simple acto de amor.
En general, los que no tienen nada que decir se las arreglan para emplear mucho tiempo haciéndolo.
¡Cuánta confianza nos inspira un libro viejo del cual el tiempo nos ha hecho ya la crítica!
Tengamos buen ánimo y recordemos que las desgracias más insoportables son aquellas que nunca llegan.
La mejor parte de la educación de un hombre es la que cada cual se procura para sí mismo.
El que establece firmemente su autoridad, aprende muy pronto a juzgar que la seguridad, y no el progreso, es la más alta lección de la política.
Nadie es capaz de comprender a aquellos a quienes odia.