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El pretexto para todas las guerras: conseguir la paz.
Jacinto Benavente
¡Bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán todos nuestros defectos!
El mal pago añade mérito a las buenas obras.
La disciplina consiste en que un imbécil se haga obedecer por otros que son más inteligentes.
La única tristeza sin consuelo en la vida es la tristeza que se ha merecido.
El origen de todas las grandes fortunas es la falta de delicadeza.
Una idea obsesiva siempre parece una gran idea, no por ser grande, sino porque llena todo el cerebro.
Un crítico puede tener razón contra una obra y la obra mayor razón contra un crítico.
El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta.
Pensar mal para dispensarnos de hacer bien es el pesimismo de los espíritus mezquinos. Pensar mal y hacer bien es pesimismo de gran señor.
Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos.
En cada niño nace la humanidad.
Hay que ser constantes traperos en el montón de las mentiras, para encontrar de tarde en tarde alguna verdad.
Madurez: Etapa en la que termina la edad de las locuras y empieza la de las tonterías.
El arte de dirigir muchedumbres consiste en saber decirles lo que piensan.
El amor es así, como el fuego; suelen ver antes el humo los que están fuera que las llamas los que están dentro.
El amor propio y la vanidad nos hacen creer que nuestros vicios son virtudes, y nuestras virtudes, vicios.
En asuntos de amor los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca.
Nada fortifica tanto las almas como el silencio; que es como una oración íntima en que ofrecemos a Dios nuestras tristezas.
El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca.
Creedlo, para hacernos amar no debemos preguntar nunca a quien nos ama: ¿Eres feliz?, sino decirle siempre: ¡Qué feliz soy!
Por amor una mujer es capaz de todo, incluso de traicionar ese amor para salvarlo.
La felicidad no existe en la vida. Sólo existen momentos felices.
Para comprender el dolor no hay inteligencia como el dolor mismo.
El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es que esta para morir.
Se vive sin pensar, porque sólo se piensa en vivir. Cada uno quiere vivir lo mejor posible, que es el modo de vivir todos muy malamente.
El amor verdadero, el amor ideal, el amor de alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada sin exigirle en pago nuestra propia felicidad.
Eso de que el dinero no da la felicidad son voces que hacen correr los ricos para que no los envidien demasiado los pobres.
Cuando no se piensa lo que se dice es cuando se dice lo que se piensa.
El hombre sería el más extraño animal del mundo, si no existiera la mujer.
La única aristocracia posible y respetable es la de las personas decentes.
Las mujeres aman, frecuentemente, a quien lo merece menos; y es que las mujeres prefieren hacer limosna a dar premios.
Comienza tu obra; comenzar es haber hecho la mitad; comienza de nuevo, y la obra quedará terminada.
Desconfiemos siempre de los que nos creen capaces de mayores triunfos de los que hemos podido lograr. Es el modo pérfido de considerarnos fracasados.
El día que cada uno fuéramos un tirano para nosotros mismos, todos los hombres serían igualmente libres.
Esperar es siempre temer.
Se hará lo que se deba, aunque se deba lo que se haga.
Los dictadores pueden reformar las leyes; pero no las costumbres.
Cuando hemos renunciado a nuestra dicha y nos contentamos con ver dichosos a los que nos rodean, es quizá cuando empezamos a serlo.
La cultura es la buena educación del entendimiento.