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Hemos limitado nuestra visión del mundo a los marcos de nuestras instituciones y somos ahora sus prisioneros.
Iván Illich
La convivencialidad es la libertad individual, realizada dentro del proceso de producción, en el seno de una sociedad equipada con herramientas eficaces.
Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es.
Basta un poco de escolarización para enseñar a los escolarizados la superioridad de los más escolarizados.
Si la sabiduría de Dios no se conoce primero corporalmente, no podrán ser iluminados por su contemplación espiritual. Por ello, no deben nunca despreciar la humilde manera en que la palabra de Dios los alcanza. Esta humildad es precisamente la que los iluminará.
Esperanza, en su sentido vigoroso, significa fe confiada en la bondad de la naturaleza, mientras expectativa, tal como la emplearé aquí, significa confiar en resultados que son planificados y controlados por el hombre.
El hombre ha de escoger entre ser rico en cosas o en la libertad de usarlas.
Esa sociedad se mantiene de pie gracias al debilitamiento de sus miembros y al cinismo de sus dirigentes.
La institucionalización de los valores conduce inevitablemente a la contaminación física, a la polarización social y a la impotencia psicológica: tres dimensiones en un proceso de degradación global y de miseria modernizada.
Pero si las escuelas son el lugar inapropiado para aprender una destreza, son lugares aún peores para adquirir una educación. La escuela realiza mal ambas tareas, en parte porque no distingue entre ellas.
Debemos aprender a valorar el valor social del trabajo y del ocio por el toma y daca educativo que posibilitan.
Pretende recoger el sentido de lo mejor, el ejercicio de las profesiones es la expresión sociológica de la perversión de lo mejor en peor.
La certificación es una manera de manipular el mercado y es concebible sólo para una mente escolarizada.
Que todos tengan iguales oportunidades de educarse es una meta deseable y factible, pero identificar con ello la escolaridad obligatoria es confundir la salvación con la iglesia.
Todos miden su éxito por el fracaso de los demás.
El sexismo es una indignidad específicamente moderna.