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Hemos de admitir que ninguna otra causa de las cosas naturales que aquellas que son a la vez verdaderas y suficientes para explicar sus apariencias.
Isaac Newton
Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes.
La naturaleza es verdaderamente coherente y confortable consigo misma.
Si hubiera esperado que otra gente hiciera mis herramientas y mis cosas nunca hubiera hecho nada.
La verdad siempre se halla en la simplicidad y no en la multiplicidad y confusión de las cosas.
Toda fuerza ejercida sobre un cuerpo es directamente proporcional a la aceleración que experimentara.
A falta de otra prueba, el dedo pulgar por sí solo me convencería de la existencia de Dios.
Si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que cualquier otro talento.
Para mí nunca ha habido un mayor fuente terrestre de honor o distinción que la relacionada con los avances de la ciencia.
Ignoro la razón por la cual, en nuestro sistema, sólo hay un cuerpo capaz de dar luz a todo lo demás; pero así lo dispuso el Autor del sistema, por considerarlo lo más acertado.
Considero la Sagrada Escritura como la más sublime filosofía.
Encuentro más indicios de autenticidad en la Biblia que en cualquier historia profana.
A toda acción se opone siempre una reacción igual.
Aquel a quien nadie le gusta, por lo general no gusta a nadie.
Explicar toda la naturaleza es una tarea demasiado difícil para cualquier hombre e incluso para cualquier era. Es mucho mejor hacer un poco con seguridad, y dejar el resto a los que vengan después de ti, que explicar todas las cosas conjeturando sin estar seguros de nada.
Un hombre se puede imaginar las cosas que son falsas, pero sólo se puede entender las cosas verdaderas, porque en las falsas, hay aprehensión de ellas y no es la comprensión.
Puedo calcular el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de la gente.
No se lo que pareceré a los ojos del mundo, pero a los míos es como si hubiese sido un muchacho que juega en la orilla del mar y se divierte de tanto en tanto encontrando un guijarro más pulido o una concha más hermosa, mientras el inmenso océano de la verdad se extendía, inexplorado frente a mi.
La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo.
Ningún descubrimiento se hizo nunca sin una conjetura audaz.
Esto no es sino una imitación insignificante de un sistema mucho mayor cuyas leyes tú conoces, y yo no puedo convencerte de que este simple juguete no tiene diseñador y hacedor; ¡sin embargo, tú afirmas creer que el gran original del cual se tomó este diseño ha llegado a existir sin diseñador o hacedor!
Platón es mi amigo, Aristóteles es mi amigo, pero mi mejor amiga es la verdad.
No finjo hipótesis.
He sido un niño pequeño que, jugando en la playa, encontraba de tarde en tarde un guijarro más fino o una concha más bonita de lo normal. El océano de la verdad se extendía, inexplorado, delante de mi.
Todos mis descubrimientos han sido respuestas a mis oraciones. Tomo mi telescopio y observo el espacio, lo que se encuentra a millones de kilómetros de distancia. No obstante, entro a mi habitación y, por medio de la oración, puedo acercarme más a Dios y al Cielo que si contara con todos los telescopios que hay en la Tierra.
Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano.
Es el peso no los números de experimentos que ha de ser considerada.
Si consigo ver más lejos es porque he conseguido auparme a hombros de gigantes.
Este bellísimo sistema compuesto por el Sol, los planetas y los cometas no pudo menos que haber sido creado por consejo y dominio de un ente poderoso e inteligente... El Dios Supremo es un Ser eterno, infinito, absolutamente perfecto.
Dios es capaz de crear partículas de materia de distintos tamaños y formas... y quizás de densidades y fuerzas distintas, y de este modo puede variar las leyes de la naturaleza, y hacer mundos de tipos diferentes en partes diferentes del universo. Yo por lo menos no veo en esto nada contradictorio.
Los errores no son la técnica pero si los artífices.
Paréceme que yo he sido como un niño que jugara en la playa, y que me divirtiera cuando hallaba alguna piedrecita muy pulida o una concha más bonita que las comunes, mientras el gran océano de la verdad permanecía ante mi totalmente desconocido.
Dándole vueltas de día y noche.
El tacto es el arte de hacer un punto sin hacer un enemigo.