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La ciudad se extendía a sus pies. - Mira, Arnau -le dijo Bernat al niño, que dormía plácidamente pegado a su pecho-, Barcelona. Allí seremos libres.
Ildefonso Falcones
Una mujer que te abandona no hace más que abrir una puerta por la que entrarán muchas más.
No hay libertad con hambre.
A ninguno nos complace la humillación o la sumisión; el problema es saber cómo escapar de ellas.
Solo se mueve una, otra y otra vez. Y otra más. Año tras año, siglo tras siglo. Sí, majestuoso, pero siempre muere aquí, a los pies de quienes vienen a contemplarlo. Mañana será lo mismo. Y el día en que arrasa, mata y siembra la destrucción no sabe por qué lo hace.
Nací descalza y moriré descalza.
El mar no sabe nada del pasado. Ahí está. Nunca nos pedirá explicaciones. Las estrellas, la luna, ahí están y siguen iluminándonos, brillan para nosotros.
Si he conseguido ser un ciudadano honrado, quizá sea porque nunca me incliné ante nadie.
La ley gitana es la de los caminos, la de la naturaleza y la tierra, la de la libertad, y no la de unos gitanos que han permitido que los de su raza fueran encarcelados de por vida mientras ellos vivían como cobardes junto a los payos.
Las viudas estaban llamadas a la castidad y a la oración, a la penitencia y al ayuno, a la humildad y al recogimiento.
Se fundieron en un abrazo y acallaron las mil palabras que se amontonaban en sus gargantas con otros tantos besos.
Hay algo que nunca cambiará en la historia: el que tiene dinero quiere más; nunca lo ha regalado y nunca lo hará.
Arnau, yo abandoné cuanto tenía para que tú pudieras ser libre -le había dicho su padre no hacía mucho-.