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Para algunos hombres que hacen gala de ser demócratas, la democracia es una camisa de fuerza.
Ignacio Manuel Altamirano
La diatriba es el pus de una úlcera del alma.
Las mujeres son como los niños; sólo lloran por sus caídas, cuando las ven.
La embriaguez de la cólera es más vergonzosa que la embriaguez del vino.
¡Una burbuja de jabón!... ¡He aquí la vida de la felicidad!
La inocencia no tiene edad.
El amor y el celo nacen en el mismo huevo como Cástor y Pólux.
La mujer siempre halla motivo para llamarse desgraciada.
Hay naturalezas nerviosas que se estremecen cuando estalla un cohete y nada sienten cuando truena el cañón. Hay almas que se escandalizan de una falta y no se alarman ante un crimen.
Decid a los hombres las verdades como dais purgas a los niños. De otro modo lograreis irritarlos sin corregirlos.
Muchas veces consigue el despecho lo que no puede conseguir la súplica.
Asearse con esmero, no es cuestión de opinión política sino de higiene y educación.
Dios no existe, la naturaleza se rige por sí misma.
La vida es una cadena de necedades de las que no es la menor la de no querer hacerlas.
El matrimonio es como la moda; todo el mundo habla mal de ella, pero todo el mundo la acepta para sí y su familia.
El sueño es la aurora boreal del pensamiento.
Siempre va más alto el que camina sin remordimientos y sin manchas.
El corazón que despierta tarde cree que despierta a tiempo, y por eso las mujeres que aman de viejas, aman como jóvenes.
Dominar la cólera, tiene más mérito que batirse en duelo por no haberla dominado.
En chanza se prueba la buena educación. El hombre culto la emplea con amenidad, ligereza y gracia. El majadero no usa en ella sino groserías que se graban el corazón como injurias.
El valor no consiste en la bilis, ni en la sangre; consiste en la dignidad.
Hay viejas que darían su alma por encontrar la fuente de Juvencio.
Nada hay tan armonioso como el elogio que se ha merecido.
La envidia es el cáncer del talento. No tener envidia es un privilegio de salud que debe agradecerse a los dioses más que la salud física.
El hígado es la víctima de la envidia. No pocas veces lo es también el corazón.
Sufrir por la libertad... es marchar por un sendero de abrojos que sólo se convierte en rosas cuando uno ha pasado.
La buena educación es la mitad del camino en cualquier negocio.
Las buenas maneras son los signos masónicos de la decencia en todo el mundo.
La envidia es una furia que se disfraza casi siempre de vieja devota.
El poder es duro oficio, pero para algunos es el único.
En la tumba de los mártires es donde crecen los laureles de la victoria.
En la primavera de la vida, hasta las espinas florecen y hasta las penas tienen un sabor de felicidad.
La fidelidad y la gratitud son dos flores raras que se encuentran difícilmente. Sólo Dios se encarga de su cultivo; los jardineros no logran generalmente producir más que una falsificación de ellas.
Y no disculparse del exceso cometido en la embriaguez de la cólera, es más insensato aún que cometerlo. Es el orgullo sosteniendo la estupidez.
La ingratitud es el precio del favor inmerecido.
El poder tiene espinas, pero para algunos gobernantes es sabroso, con todo y ellas, como las sardinas.
Confesar el mérito de otro es probar que uno lo tiene. Negarlo injustamente, prueba que no pudiendo uno elevarse, pugna por poner a todo el mundo a su nivel.
De todos modos, la religión, bien podría decirse, las religiones, se han apresurado en todo tiempo a dirigir los instintos y movimientos humanos, causados o no por las estaciones, y a enderazarlos por los caminos de la virtud.
Los amigos íntimos son los que están más próximos a tornarse enemigos acérrimos.
Nada hay tan lastimoso como una coqueta vieja.