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La noche no era el sueño, era su boca, era su hermoso cuerpo despojado de sus gestos inútiles.
Idea Vilariño
Te estoy llamando con la voz, con el cuerpo, con la vida, con todo lo que tengo y que no tengo, con la desesperación, con sed, con llanto como si fueras aire y yo me ahogara como si fueras luz y me muriera.
Yo no te pido nada, yo no te acepto nada. Alcanza con que estés en el mundo, con que sepas que estoy en el mundo, con que seas, me seas testigo juez y dios. Si no, para qué todo.
Dónde el sueño cumplido y dónde el loco amor que todos o que algunos siempre tras la serena máscara pedimos de rodillas.
Tal vez tuvimos sólo siete noches, no sé, no las conté, cómo hubiera podido. Tal vez no más que seis o fueron nueve. No sé, pero valieron como el más largo amor.
Digo querido y veo tus ojos todavía pegados a mis ojos como atados de amor, mirándonos mirándonos mientras que nos amábamos, mirándome tus ojos, tu cara toda, tú y era de vida o muerte, estar así, mirarnos.
Hay niebla y vengo triste, tu amor es una ausencia, tu amor digo mi amor, amor que quedó en nada.
Casi todas las noches, casi todas las veces que me duermo, en ese mismo instante, tú con tu grave abrazo me confinas, me rodeas, me envuelves en la tibia caverna de tu sueño y apoyas mi cabeza sobre tu hombro.
Sabés, dijiste nunca fui tan feliz como esta noche. Nunca. Y me lo dijiste en el mismo momento en que yo decidía no decirte, sabés, seguramente me engaño pero creo, pero ésta me parece, la noche más hermosa de mi vida.
Estoy aquí en el mundo, en un lugar del mundo esperando, esperando, ven o no vengas, yo me estoy aquí esperando.
Y si ves con mis ojos y si tanto entendés, cómo no viste en ellos, cómo cómo no viste, no miraste, un pequeño animal que pedía aire, que ardía, se asfixiaba, se moría.
Qué me importa el amor, lo que pedía era tu ser entero para mi en mi, en mi vida.
Entre tus brazos, entre mis brazos, entre las blandas sábanas, entre la noche tiernos, solos, graves, feroces, entre la sombra, entre las horas, entre un antes y un después.
A orillas del amor, del mar, de la mañana, en la arena caliente, temblante de blancura, cada uno es un fruto madurando su muerte.
Buscamos cada noche con esfuerzo, entre tierras pesadas y asfixiantes, ese liviano pájaro de luz que arde y se nos escapa en un gemido.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves, noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas, en un aire hecho manos, amor, ternura dada, noches como navíos...
Como en la playa virgen dobla el viento, el leve junco verde que dibuja un delicado círculo en la arena, así en mí tu recuerdo.
Es la dicha y es una, la de los dos y es grave y es infinita y es sin límites total eterna mientras dura.
Sin límites la noche, pura, despierta, sola, solícita al amor, ángel de todo gesto...