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Las puertas de vuestra prisión están abiertas. Mi padre y sus criados se han ausentado, pero pueden regresar pronto. ¡Poneos a salvo y que los ángeles del cielo os guíen! ¡Sin duda vos sois uno de esos ángeles!
Horace Walpole
Avanzaba sin hacer ruido, en la medida que su impaciencia se lo permitía, aunque se detenía a menudo y aguzaba el oído para saber si la seguían. En uno de esos momentos pensó oír un suspiro. La sacudió un temblor y retrocedió unos pocos pasos. Creyó oír andar a alguien. Se le heló la sangre, pues dedujo que se trataba de Manfredo.
El mundo es una comedia para los que reflexionan y una tragedia para los que sienten.
¡Cómo! ¿Creéis acaso, encantadora doncella, que aceptaré salvar mi vida atrayendo calamidades sobre la vuestra? Antes soportaría mil muertes.
La Iglesia es una madre indulgente, así que mostradle vuestras angustias, pues sólo ella puede llevar consuelo a vuestra alma, bien satisfaciendo vuestra conciencia o, tras el examen de vuestras reservas, devolviéndoos la libertad y poniendo a vuestro alcance los medios lícitos para la continuidad de vuestro linaje.
El horror de aquel espectáculo, la ignorancia de los circunstantes sobre cómo había acaecido la desgracia y, ante todo, el tremendo fenómeno que tenía ante él, dejaron al príncipe sin habla.
Nuestra suprema autoridad, el populacho.
El actuar con sentido común según el momento es la mejor sabiduría y la mejor filosofía.
Para los que piensan el mundo es una comedia; para los que sienten una tragedia.
Vuestro propósito es tan odioso como despreciable vuestra ira. Volved por donde habéis venido o pronto sabremos qué ira es más terrible.
He dicho repetidamente, y con mucha más frecuencia he pensado, que este mundo es una comedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten. Esto explica por qué reía Demócrito y por qué Heráclito lloraba.
Puedo olvidar las injurias; jamás los favores.
¡Oh, Dios! ¿Acaso dudáis de que es mi hijo? ¿Podría experimentar esta angustia si no fuera su padre? ¡Salvadlo, buen príncipe, salvadlo, y haced conmigo lo que queráis!
Si logro encontrarlo, podré escapar; si no, valeroso forastero, temo haberos mezclado en mis desdichas: Manfredo sospechará que sois cómplice de mi fuga, y seréis víctima de su resentimiento.
Todo el secreto de la vida es estar interesado en una cosa profundamente y en otras tantas un poco.
Sois un hombre prudente, y aunque el ardor de mi temperamento me traicione con algunas expresiones impropias, honro vuestra virtud y deseo deberos la tranquilidad de mi vida y la conservación de mi familia.
¡Yo soy tu asesino! ¡He sido yo quien ha hecho recaer sobre ti esta hora de infortunio!
Así pues, refrenó las inclinaciones de su corazón, y no se permitió concesiones a la piedad. El siguiente sentimiento que se apoderó de su alma fue una exquisita maldad.
No doy valor a mi vida - replicó el desconocido, y me producirá satisfacción perderla tratando de libraros de su tiranía.
Si el cielo me cierra el corazón de mi padre, paga con creces mis escasos méritos con el amor de mi madre.
Un terrible silencio reinaba en aquellas regiones subterráneas, salvo, de vez en cuando, algunas corrientes de aire que golpeaban las puertas que ella había franqueado, y cuyos goznes, al rechinar, proyectaban su eco por aquel largo laberinto de oscuridad.
El tedio es una desgracia de las personas felices.
¿Acaso puedo ocultar mi pensamiento a la mujer a la que más respeto, de la que no he recibido sino ternura y toda la bondad del mundo, a la mejor de las madres?
El año que viene es una pompa de jabón que tal vez estalle antes de llegar a nosotros.