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No existe el hombre que haya podido descubrir el medio de dar un consejo de amigo a una mujer, ni siquiera a la suya.
Honoré de Balzac
¿De cuántas infamias se compone un éxito?
Por nadie será el marido vengado mejor que por el amante de su mujer.
Hay personas que no pueden contar con nada, ni siquiera con el azar, pues hay existencias sin azar.
El instinto de la mujer equivale a la sagacidad de los grandes hombres.
El secreto de las grandes fortunas es un crimen olvidado efectuado con limpieza. La ley no castiga a los ladrones sino cuando roban mal.
Todo poder humano está compuesto de tiempo y paciencia.
Los seres más sensibles no son siempre los seres más sensatos.
El matrimonio es una costumbre a ultranza, antes del cual los esposos piden la bendición de Dios, porque amarse para siempre es la más temeraria de las empresas.
Las costumbres son la hipocresía de las naciones.
La voluntad puede y debe ser un motivo de orgullo mucho más que el talento.
La burocracia es una máquina gigantesca manejada por pigmeos.
La gloria es un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis.
El corazón de una madre es un abismo profundo en cuyo fondo siempre encontrarás perdón.
La mujer más virtuosa siempre tiene algo dentro de ella que no es completamente casto.
Existen en nosotros varias memorias. El cuerpo y el espíritu tienen cada uno la suya.
El benefactor crea derechos en el agradecido.
Un efecto esencial de la elegancia es ocultar sus medios.
El que puede gobernar a una mujer, puede gobernar a una nación.
Nadie se atreve a decir adiós a un hábito propio. Muchos suicidas se han detenido en el umbral de la muerte al solo recuerdo del café donde todas las tardes van a jugar su partida de dominó.
A todos los auténticos grandes hombres les gusta dejarse tiranizar por un ser débil.
Contar con artículos en la prensa, condición indispensable para vender los libros, pues es muy raro que un libro se compre por su valor intrínseco y casi siempre se publica por razones ajenas a su mérito.
Los creyentes y los incrédulos hablan dos lenguas diferentes, y no pueden entenderse.
Las personas débiles se tranquilizan tan fácilmente como se asustan.
Instruida, la virtud calcula tan bien como el vicio.
Al lado de la necesidad de definir se encuentra el peligro de embrollarse.
Es un mérito bien raro saber juzgar con cordura los tiempos a que se pertenece.
Sólo los necios se ríen de los que no entienden.
Gente hay que tiene sus ideas por originales como si nadie las hubiese tenido antes, como si el mundo estuviera recién terminado y el hombre aún no hubiese tenido tiempo de pensar.
El viejo es un hombre que ha cenado y mira a los otros cómo cenan.
Es necesario ser casi un genio para ser un buen marido.
Cuando un hombre dice a una mujer que la ama, ella, por poco sólidas que le parezcan las bases de este sentimiento, sin razonarlo se siente impulsada a tomarlo por verdadero. Lo cree siempre.
Cuando las personas inteligentes llegan al punto de tratar de explicar cómo son, desvelar la clave de su corazón, no cabe duda de que el vino se les ha subido a la cabeza.
El encono de ciertas mujeres contra las que tienen la desgracia de amar es una prueba del daño que hace, interiormente, la castidad.
Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano.
A veces hablamos mucho y decimos poco. Para expresar más, conviene pensar más.
La gloria es el sol de la muerte.
El amor no es sólo un sentimiento. Es también un arte.
¿No están acaso nuestros sentimientos, por así decirlo, escritos en las cosas que nos rodean?
La adulación nunca viene de parte de un espíritu elevado; ella es propia de los ánimos mezquinos, que acaban por emqueñecerse aún más con el fin de penetrar dentro de la esfera vital de la persona, en torno de la cual gravitan.