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Es indispensable fijar como condición irreductible que la moral política es la base de todos los progresos y de todas sus formas eficientes, restableciendo el poder, siempre vivificante de sus principios.
Hipólito Yrigoyen
Los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos.
¡Que fuera, sino, del arduo y sereno mandato que impone la vida a los que la comprenden en sus vastos lineamientos, si no hubiera un sereno panorama donde descansar las alas fatigadas del turbulento y recio rodar de las tormentosas adversidades!
No hay nada más noble ni más eficiente en el hombre que la conciencia de bastarse a sí mismo, en todas las contingencias y los ordenes de la vida.
Las grandes dificultades no consistieron sólo en luchar con el adversario, pues que con la bandera de los principios interpretados y cumplidos con integridad, era bastante para dominarlo. La dificultad enorme consistió más que nada en hacer que en su seno se mantuviera intacta esa integridad de principios y de postulados indeclinables.
Un carácter templado para la adversidad; sereno en la lucha y magnánimo en la victoria..., un alma recia para no embotarse en los dardos de las perfidias, un gran espíritu de sacrificio y una alta conciencia del deber.
¡El poder! ¡Llegar al poder! No le oculto que lo he ambicionado, pero por el camino de la revolución, con las características con que yo conducía el movimiento cuando me obligaron a tomar el de las vías comunes, tan lleno de dificultades para realizar una obra limpia, a causa de la maraña de intereses que crecen el él.
Los que nacen con la conciencia superior de los destinos de su vida, nada los fascina ni embriaga, porque no sólo tienen el más profundo desdén por todos los poderes de la tierra, sino también, por cuanto pudiera desviarlos de su propia recta orientación.
La estabilidad de la patria sobre sus tradiciones de honor y sus bases constitutivas, su prosperidad creciente y sus glorias inmaculadas, fueron los impulsos, las iluminaciones de mi voluntad.
Las críticas interesadas por perversas e intencionadas que fueran, no llegaron jamás a tocarme, porque demasiado sé que estoy acorazado con los respetos más altos de que pueda estar revestida la personalidad humana, y ellas no alcanzaron a tener influencia alguna en las decisiones de mi espíritu ni en la idealidad subjetiva de mis propósitos.
He obrado en todo con la devoción que requería la más bella de las empresas humanas: la salvación de la patria; y por el designio que me animaba, no podía distraer mis actitudes a otras consagraciones.
La política que apliqué en el gobierno era la que persigue la humanidad como ideal supremo de su progreso y bienestar. Aquella que hace plácida la vida de las sociedades y estimula sus actividades y venturas, en la vigencia de un ordenamiento legal equilibrado, entre las dos grandes fuerzas siempre combatientes: el capital y el trabajo.
La democracia no consiste solo en la garantía de libertad política; entraña a la vez la posibilidad para todos para alcanzar un mínimo de felicidad siquiera.
El poder, a pesar de ser uno de los medios más eficaces para hacer practico un programa, no es el fin al que pueda aspirar un partido de principios ni el único resorte que pueda manejar para influir en los destinos del país... Solo los partidos que no tienen más objetivo que el éxito aplauden a benefactores que los acercan al poder a costa de sus propios ideales.
Los genios conciben y estructuran una gran causa y la realizan pero no se sirven ni se aprovechan de ella para sí. La gran satisfacción está en haber interpretado con fidelidad y lealtad los anhelos y las esperanzas del pueblo.
Cuando la vida se funde en una aspiración suprema de justicia, de derecho, de honor y de verdad, hacia los cuales nos lleva los impulsos generosos de nuestra propia alma, no solo debemos resguardarnos de todo aquello que pudiera desvirtuarnos y empequeñecernos, sino que debemos transformarnos en apóstoles incorruptibles de tan nobles aspiraciones.